15 abril 2010

A un siglo de la muerte de Miguel Rúa


06 de Abril, 2010 - El martes 6 de abril la Familia Salesiana celebra el centenario de la muerte del primer sucesor de Don Bosco, beato Don Miguel Rúa, quien falleció hace un siglo en su habitación de Valdoco, Turín (Italia).
Por eso, los salesianos han dedicado a la memoria de este gran sacerdote, educador y religioso, un año de celebraciones que se inició el pasado 31 de enero que concluirá con el Congreso Internacional sobre «Don Rua en la historia» que se celebrará en Roma desde el 29 al 31 de octubre próximo en el Salesianum de Roma.

Entre los primeros jóvenes en ser acogidos por Don Bosco, Miguel Rúa creció en el oratorio de Valdoco y, después de ser uno de los primeros en haber emitido la profesión religiosa de la Congregación Salesiana, se convirtió en el brazo derecho del Fundador, con el cual compartió vida e ideales. “Miguel, tú y yo haremos todo a mitad” le dijo Don Bosco, frase que selló para siempre la amistad entre el Padre y Maestro de la juventud y el joven Miguel.

“Cuando asume la Congregación ésta estaba compuesta por 700 religiosos, la dejó cuando había 4000. Heredó de Don Bosco 64 obras esparcidas por 6 países y él dejó 341 a su sucesor, distribuidas en 30 naciones del Viejo y Nuevo Continente. A la muerte del Fundador, en el año 1888, las misiones salesianas se limitaban a la Patagonia y a la Tierra del Fuego (Argentina); en 1910 habían entrado a hacer parte de la selvas habitadas por los indios del Brasil y del Ecuador y después la China, India, Egipto y Mozambique” subrayaba el padre Auffray, un salesiano de la primera generación, al trazar un retrato de Don Rúa.

Las cualidades características más sobresalientes de Don Rúa fueron –entre otras– una gran apertura pastoral y social, una laboriosidad incansable siguiendo el binomio "trabajo y templanza". A ello se suman, además, una gran delicadeza humana, la mansedumbre cordial, la predilección por los jóvenes pobres, el espíritu oratoriano por el que “cada casa –decía– debe ser un oratorio", un ardiente celo misionero, la solicitud por los laicos.

Don Rúa heredó de Don Bosco un vivo interés por los jóvenes trabajadores y por la clase obrera, y una gran simpatía por toda forma de organización destinada a proteger y a defender los derechos del hombre. En relaciones cordiales con el reformador social francés Leone Harmel desde 1875, prestó apoyo y asistencia a los numerosos grupos de obreros del otro lado de los Alpes que repetidas veces manifestaron también en Italia y también delante del papa de la Rerum Novarum Leon XIII sus opciones cristianas de obreros. A este interés del beato Miguel Rúa se debe la fundación en Turín del primer Sindicato Católico de las obreras de la moda, y no fueron infrecuentes sus iniciativas en casos de huelgas para restablecer –salvados los derechos fundamentales de las personas– las relaciones más justas entre obreros y patronos.

La fama de santidad que acompañó a Don Rúa durante toda su vida creció después de su muerte. Pablo VI lo beatificó el 29 de octubre de 1972.

Por eso, en este año dedicado a Don Rúa, el sitio web del Boletín Salesiano de Argentina publicará sus distintos escritos en las ediciones de esta revista a fines del siglo XIX y principios del XX.

Fuente:
ANS

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