15 abril 2010

¡Sal fuera!

No está aquí, no busques entre los muertos a la Vida. Asómate a la ventana y deja que el viento del Espíritu te oxigene.
Miro hacia afuera y veo un grupo de jóvenes hablando de cosas baladíes, dañinas… aquellas que no les constituyen sino que les alejan de su verdadero ser. Escudriño sus palabras para poder captar sus intereses, inquietudes… razones para vivir; me sitúo más allá de lo que verbalmente expresan y percibo un fuerte grito de auxilio, un SOS angustioso y anhelante dirigido a los adultos, a sus padres y educadores, a las instituciones religiosas, sociales y políticas…: “Necesitamos urgentemente un líder que camine a nuestro lado, nos oriente y estimule; una persona equilibrada, madura, que ame la vida; que trabaje gratuita y gozosamente para construir una sociedad más humana, justa y solidaria; que esté dispuesta a dar, regalar su vida para que otros la tengan…”.

Aquel grito de auxilio casi hiela mis entrañas, había abierto la ventana y el olor a Pascua –momento tan esperado- había acelerado los pasos de mi espíritu en busca del Resucitado… y Él salió a mi encuentro. Les aseguro que me costó reconocerlo, a punto estuve de negar la evidencia. Pero… ¿acaso no ardía mi corazón cuando… escuché la llamada angustiosa de esos jóvenes?, ¿no se estremeció hasta la última fibra de mi ser al verlos como ovejas sin pastor?

¡Sí, es Él, ya no me cabe la menor duda!; ¡qué torpe y que tarda para comprender lo que dicen las Escrituras!... Pan partido, sangre derramada… “Para que tengan vida y vida en abundancia”. La onda de luz transversal del Resucitado llegó hasta mi y le descubrí cuando bendijo y partió el pan, como si de nuevo se partiera y repartiera… ahí estaba “derramado” en cada joven, ahí está derramado en cada niño, ahí estás, Señor de la vida y de mi historia, vivo ¡sí, vivo! y necesitado.

¡Sal fuera! Asómate a la ventana de la Vida y deja que el Viento de su Espíritu te oxigene. ¿No lo sientes?

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