17 enero 2013

EVANGELIO DEL DÍA (17/01/2013) - Marcos 1, 40-45:

Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.



Lo puro y lo impuro era la aberrante concepción de santidad de la religión judía. El leproso pide a Jesús que lo purifique porque está
  absolutamente condenado.
Jesús se "contamina"
tocándolo y devolviéndole la posibilidad de vivir con su familia, con su pueblo, con su dignidad, ya que era un absoluto excluído. En la iglesia muchas veces hemos caído en la tentación de lo puro e impuro como parámetro de estar cerca de Dios: MENTIRA. La única manera de ser de Dios es la COMPASIÓN. Como Jesús. Hoy tenemos que revisar nuestros criterios de intolerancia a lo diferente de nosostr@s, no se puede vivir la vida condenando. Como iglesia tenemos que aprender en un mundo que necesita la compasión y la comprensión, no la condena de los puramente sant@s. Éstos lastiman a la gente y la desprecian. De ell@s no hay nada que aprender. En la Argentina al cabeza negra se le pide "pureza", como si el "blanco" la tuviera. Trabajemos por el Reino y su justicia, y por lo menos l@s crsitian@s no despreciemos a nadie.

Felix Gibbs


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