18 junio 2012

EL MUNDO › OPINION

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Por Washington Uranga

Los violentos hechos ocurridos en Curuguaty (Paraguay) con un alto número de muertos en su gran mayoría campesinos, cifra que se seguía incrementando ayer por el hallazgo de nuevos cadáveres, cuando Fernando Lugo se encuentra atravesando la etapa final de su mandato, deja en evidencia una frustración más ante una gestión que llegó para renovar los aires en el país vecino. No existe una única razón para llegar a este punto. Lugo arribó al gobierno como resultado de una alianza electoral (Alianza Patriótica para el Cambio, con el Partido Radical Liberal Auténtico como socio principal) que antes que en propuestas de gestión fundó su victoria en la figura entonces carismática del ex obispo, cuyo liderazgo se gestó en la lucha contra la dictadura de Stroessner, primero, y en la oposición al Partido Colorado, después. Pero a poco de andar quedó en evidencia que Lugo no contaba con fuerzas políticas propias para garantizar las promesas de cambio que había hecho –por su cuenta y riesgo– durante la campaña electoral que lo llevó hasta la presidencia. Lugo se convirtió rápidamente en un rehén político de sus propios aliados y en blanco fácil para la oposición.

La falta de experiencia en la gestión también obró en contra de lo inicialmente imaginado. A ello debió sumarse la ausencia de equipos de gobierno preparados para construir en una línea que debía ser radicalmente distinta de la que habían marcado sus antecesores. Lugo recurrió, por lo menos en primera instancia, a su gente de confianza. Sumó entre sus colaboradores inmediatos a personas cuya principal virtud había sido la honestidad y que habían acompañado a Lugo en distintas etapas de su vida, muchos de ellos durante su estadía como obispo de la Iglesia Católica. Pero estos nuevos gestores carentes de experiencia en la labor del Estado sucumbieron rápidamente ante una administración estatal atravesada por la burocracia, la ineficacia y la corrupción donde el hoy opositor Partido Colorado sigue teniendo instalada gran parte de gente y con capacidad de operar por distintas vías. Agotados los primeros nombres, Lugo recurrió a figuras de la vieja política que profundizaron las contradicciones de su gestión.

El tema de tenencia de la tierra –cuya solución fue una de las promesas de campaña de Lugo– nunca pudo ser encaminado por la actual administración. Los campesinos –muchas de cuyas organizaciones respaldaron el frente que llevó al ex obispo a la presidencia– se fueron apartando rápidamente del gobierno y acusando a Lugo de favorecer a los terratenientes, gran parte de los cuales son brasileños que compraron tierras, legal e ilegalmente, en el Paraguay. En medio de los conflictos por las tomas de tierra desde la oposición se ha venido alimentando como un fantasma el crecimiento de una supuesta fuerza guerrillera denominada EPP (Ejército Popular del Paraguay) y a la que se insiste en emparentar con las FARC colombianas. Aunque se produjeron detenciones y enfrentamientos con fuerzas de seguridad paraguayas, nada indica que efectivamente tal movimiento exista como fuerza política y que esto no sea otra construcción de los terratenientes para operar en su propio beneficio.

Una manifestación más de que Lugo nunca logró quebrar la resistencia de los colorados es la designación del nuevo ministro del Interior tras la crisis de Curuguaty. Se trata de Rubén Candia, un miembro del Partido Colorado, ex fiscal de Estado y que también ocupó funciones ministeriales durante el gobierno de Nicanor Duarte Frutos (2003-2008). Según lo señalan algunos analistas paraguayos, Lugo recurre a una figura del Partido Colorado en un intento de parar la ofensiva planteada en el Congreso en busca de su juicio político. Sin embargo es poco probable que esa arremetida política vaya más allá de lo ya hecho (la constitución de una comisión investigadora de los hechos que deberá expedirse en sesenta días). El motivo principal es que Lugo no tiene posibilidades de ser reelecto, no cuenta actualmente con el respaldo que lo llevó a la presidencia y tampoco tiene una figura política relevante a la cual dejarle el legado. En ese escenario el Partido Colorado surge como el más probable triunfador en las elecciones de abril del año próximo, con el terrateniente Horacio Cartes como candidato a presidente.

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