31 marzo 2009

A 33 años del último golpe militar

A 33 años del último golpe militar


Carta del departamento "Justicia y Paz" para el Día de la Memoria.

Quilmes, 24 de marzo de 2009

[U]no de los elementos constitutivos de la misión cristiana: [ es ] recordar a la sociedad, de un modo realista, la voluntad de Dios, haciendo ver a las autoridades y a los ciudadanos el peligro de seguir caminos que llevarían a la violación de los derechos humanos ”. (Cfr. Juan Pablo II, Ut Unum Sint, Párr. 43)

En razón de un nuevo aniversario del último golpe cívico militar que vulneró en forma reiterada y sistemática los derechos humanos de toda la población, seguimos aguardando instancias definitivas de resolución judicial, que precisen el grado de responsabilidad penal de los autores del horror. Esperamos, sinceramente, un verdadero arrepentimiento de parte de esos responsables, que debería estar acompañado de la difusión de la información que aún hoy al ser desconocida continúa lesionando los derechos de familias enteras que desconocen el destino final de sus desaparecidos, como por ejemplo el destino que tuvieron los niños apropiados, hoy adultos a los que se ha privado de su identidad.
Deseamos profundizar en este día consagrado a la conmemoración de las víctimas de la dictadura militar, y al fortalecimiento de la defensa de los derechos humanos, defensa que implica permanecer alerta ante todas las formas actuales de vulneración de dichos derechos, algunas consideraciones que sean de utilidad para esta conmemoración y para la vigencia de los derechos humanos. En esta democracia que busca su adultez, y en la que el respeto a las instituciones, la profundización en una democracia deliberativa y participativa y el acuerdo de todos los actores sociales en torno a mínimas pero esenciales políticas de Estado son parte innegables de esa adultez que aún no se alcanza, notamos con severa preocupación el rebrote esporádico de expresiones que atentan contra la vigencia de los derechos humanos, señalándolos erróneamente como causa de un problema social cuando en realidad, su respeto, es parte de la solución.
A esas declaraciones hay que agregar la sensación de que los derechos humanos se circunscribieran únicamente a los horrores que hemos padecido en la última dictadura, y no a los horrores que padecemos en esta joven democracia, y no resulta en realidad posible condenar la violaciones del pasado sin elevar la voz por las violaciones actuales que se cometen, por ello junto a la Iglesia Latinoamericana recordamos que: “ L os derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades.
La intolerancia política y el indiferentismo frente a la situación del empobrecimiento generalizado muestran un desprecio a la vida humana concreta que no podemos callar.” (Cfr. CELAM, Documento de Santo Domingo, Conclusiones 165-167)Hace poco más de cuatro meses un día después del día internacional de los derechos humanos, mientras las principales noticias en torno a la seguridad hablaban de asaltos a Countries, o las modalidades de asaltos a mano a armada, en algunos diarios se pudo leer en un pequeño recuadro que durante esa madrugada, un hombre que para sobrevivir se dedicaba a juntar cartones, al revolver la basura que había en un contenedor en Constitución, descubrió el cadáver de un niño de entre 3 y 4 años, en un marcado estado de desnutrición, mientras que las primeras noticias se repitieron una y otra vez en los distintos medios, esta última apenas se conoció. No hubo marchas, ni expresiones de magnitud sobre el tema, un niño más sin nombre, “un nadie”, acababa de morir probablemente por desnutrición en la capital de uno de los países que tiene capacidad para exportar alimentos al mundo.
El informe 2009 sobre la situación de la Infancia publicado por UNICEF indica que de cada mil niños que nacen vivos en nuestro país, mueren 15 antes de su primer cumpleaños, el informe 2008 indicaba 14, ese aumento tampoco ha sido una noticia de alto impacto, la gran mayoría de esos niños muere por causas evitables, entre ellas la desnutrición, cuando un niño muere por desnutrición u otras causas evitables se ha vulnerado una serie de derechos y garantías, que hoy poco moviliza o se reclama, sin embargo esa injusticia es el medio en la que gran parte de nuestros niños crecen, sino se escucha el “grito silencioso” de los excluidos de nuestro país, de los jóvenes sin trabajo y estudio, de los pueblos indígenas desvastados, de los ancianos que deben realizar innumerables trámites para lograr una insuficiente prestación de salud, de quienes no tienen acceso a un trabajo, de quienes accediendo son explotados y acosados, sino logramos el respeto íntegro de estos derechos, no podemos encarar seriamente los problemas de seguridad y no podemos hablar del respeto a los derechos humanos para todos.
Con especial empeño queremos destacar que eso no significa que esos atentados contra la vida y bienes de las víctimas de hechos delictivos particulares no sean repudiables, lo son absolutamente y comprendemos el dolor y lloramos con los que en forma inhumana han sido privados de su vida y de su esperanza. Deseamos que ese tipo de hechos se reduzcan, deseamos apuntar a sus verdaderas causas, los problemas en torno a la seguridad existen y son graves y profundos. Sin embargo los problemas graves y profundos, están en las causas de estos hechos que son soslayados, como la situación de la pobreza e indigencia cuyo relevamiento por parte del Estado carece actualmente de legitimidad. Sin embargo la problemática de la seguridad es simplificada infantilmente al comunicarse, dando origen a un intercambio de soluciones también infantiles y desesperadas que muchas veces desde el dolor sufrido exigen venganza en lugar de justicia, piden mano dura, pena de muerte, baja en la edad de imputabilidad cuando es necesario atacar las causas de estos hechos. Ante estas realidades no podemos cansarnos de señalar que los derechos humanos no son un recurso natural escaso, que deban quitárseles a unos para que otros puedan disfrutarlos.
Los derechos humanos son para todos y consagran la igualdad de la protección de los derechos a la vida y a la integridad personal, entro muchos otros, para todos y cada uno de los seres humanos desde el momento de la concepción hasta el momento de su muerte. El respeto a esos derechos no puede ser considerado causa de los problemas de seguridad que padece nuestro país, ni ningún otro. Por el contrario en la vulneración de los derechos humanos en general, y en particular en la violación de los derechos económicos, sociales y culturales se encuentra las causas da la falta de paz social, y así se ha expresado que “Combatir la miseria y luchar contra la injusticia, es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y por consiguiente el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”. (Pablo VI, Populorum Progressio, Párr. 76) Sin esa verdadera justicia no es posible la paz verdadera, la justicia es una condición necesaria para la convivencia pacífica de la sociedad, la justicia como otras virtudes de una sociedad no se logra por su mera invocación o la queja constante, se logra con el reclamo constructivo, que es aquel que reclama y construye fortaleciendo y promoviendo la justicia en donde no la hay, camino opuesto a la búsqueda enceguecida de venganza.
Por lo que antes de llorar ante nuevas víctimas de la delincuencia es necesario reclamar la adopción de políticas consensuadas con todos los actores sociales, que permitan disminuir las desigualdades estructurales y asegurar los vigencia y la eficacia de los derechos humanos para todos los habitantes de este País. Sólo así podremos cantar con el Salmista “ El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. ” (Salmo 85)

Departamento de Justicia y PazVicaría de Solidaridad Obispado de Quilmes


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