22 diciembre 2014

Mensaje de Navidad 2014


“…Encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc. 2, 16)
 
Hermanas y hermanos:

¡Feliz Navidad!

Este es el saludo de estos días con cuantos nos encontramos. Es una genuina expresión de fe y de amor. Creemos en Dios que ha nacido de María. Amamos al Dios que nos ama de modo tan tierno, haciéndose Niño. No sólo es un saludo. Es el anuncio de que Él vive. Nace en cada corazón que se hace pesebre para recibirlo. Es también la expresión de un deseo: que cada uno se sienta visitado por Dios.

San Lucas cuenta que, cuando los pastores recibieron la noticia del Nacimiento del Salvador, “Fueron rápidamente y encontraron a María y a José, y al recién nacido acostado en el pesebre”. Encontraron una familia. El Mesías prometido y esperado quiso tener una familia. En esa realidad se funda la celebración familiar de la Navidad. El pueblo creyente ha unido sabiamente la conmemoración litúrgica de la Navidad con la celebración de la cena familiar. La sociedad consumista ha opacado bastante esta festividad; pero el pueblo cristiano, ha luchado denodadamente para no dejarse robar la fiesta en familia. Es el modo de plasmar concretamente lo que creemos: Jesús nace en Belén para hacerse hermano de todos y de cada uno. Este encuentro en la mesa familiar en Navidad, es la que debe iluminar como un faro la vida en familia, cada día del año.

Los cantos, la poesía, el arte, en todas sus expresiones, muestran esta realidad tan tierna del Dios que siendo rico se hace pobre, siendo fuerte se hace débil, siendo grande se hace pequeño. Ese misterio de amor de Dios realiza una transformación profunda en nosotros. Cada vez que asumo mi pobreza, descubro qué rico es mi prójimo; cada vez que asumo mi propia debilidad, veo cuánta fortaleza me brinda quien está a mi lado; cada vez que veo y abrazo mi pequeñez, contemplo la grandeza de las personas que me rodean. Allí empiezo a comprender qué es la Navidad, en lo concreto de mi vida. Allí empieza a iluminarse mi vida, la noche se vuelve claridad. Me invade una serena alegría y se ahuyenta la tristeza. Es Jesús que nace en mi corazón: es Navidad.
                                         
En estos días previos a la Navidad, como pastor de todos, me hice presente en los distintos partidos de la Diócesis para saludar donde está la gente, en lugares donde mujeres y hombres, jóvenes y niños, se las rebuscan para ganar el pan. Visité varias ferias populares. Además de felicitarlos por la Navidad, de bendecirlos y rezar con ellos, escuché sus peticiones y sus comentarios. Todos coincidían en un deseo sencillo y profundo: que vivamos la Navidad en paz familiar. En la familia es donde se “amasa” la paz del corazón; es allí donde se dan los ingredientes para “cocinar” ese alimento que nutre la vida: el amor de padres y madres, de hijos y hermanos, de abuelos y nietos, de tíos y sobrinos. Son las sanas relaciones que van entretejiendo “el poncho” que abriga y  protege nuestra frágil personalidad.

Que la Virgen María y San José nos ayuden a contemplar a Jesús vivo en cada miembro de nuestra familia y en los demás hermanos de las otras familias. Necesitamos vencer nuestras cegueras, quitarnos las anteojeras que parcializan nuestra mirada. Precisamos romper nuestros puntos de vista egocéntricos e interesados para que, con la sencillez de los niños, miremos a Jesús recién nacido en la persona que vive y está ante nuestros ojos. Jesús, María y José nos ayuden a dejarnos amar como somos realmente, y amar a los demás como cada uno es.

Que Dios los bendiga a todos y, en modo particular, a los que sufren y están tristes por distintas circunstancias. La Virgen santa y San José los cuiden.

¡Feliz Navidad!
 

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

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