26 noviembre 2014

Evangelio San Marcos 13,33-37. Comentario

Amig@s: comenzamos el año nuevo litúrgico y la preparación para celebrar la Natividad de Jesús. Ojalá podamos "bajar un cambio" y podamos ir haciendo espacio en nuestras vidas y en nuestro corazón para Él.
Abrazo
Félix


Evangelio según San Marcos 13,33-37. 
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. 
Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. 
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. 
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. 
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!". 



DOMINGO 1º DE ADVIENTO /B: 
SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Los evangelios han recogido, de diversas formas, la llamada insistente de Jesús a vivir despiertos y vigilantes, muy atentos a los signos de los tiempos. Al principio, los primeros cristianos dieron mucha importancia a esta "vigilancia" para estar preparados ante la venida inminente del Señor. Mas tarde, se tomó conciencia de que vivir con lucidez, atentos a los signos de cada època, es imprescindible para mantenernos fieles a Jesús a lo largo de la historia. 
Así recoge el Vaticano II esta preocupación: "Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura...". Entre los signos de estos tiempos, el Concilio señala un hecho doloroso: "Crece de día en día el fenómeno de masas que, practicamente, se desentienden de la religión". ¿Cómo estamos leyendo este grave signo? ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo? ¿Es suficiente atribuirlo al materialismo, la secularización o el rechazo social a Dios? ¿No hemos de escuchar en el interior de la Iglesia una llamada a la conversión? La mayoría se ha ido marchando silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que podían tener algo que decir. 
Ahora se marchan calladamente. ¿Qué hay en el fondo de su silencio? ¿Quién los escucha? ¿Se han sentido alguna vez acogidos, escuchados y acompañados en nuestras comunidades? Muchos de los que se van eran cristianos sencillos, acostumbrados a cumplir por costumbre sus deberes religiosos. La religión que habían recibido se ha desmoronado. No han encontrado en ella la fuerza que necesitaban para enfrentarse a los nuevos tiempos. ¿Qué alimento han recibido de nosotros? ¿Dónde podrán ahora escuchar el Evangelio? ¿Dónde podrán encontrarse con Cristo? Otros se van decepcionados. Cansados de escuchar palabras que no tocan su corazón ni responden a sus interrogantes. Apenados al descubrir el "escándalo permanente" de la Iglesia. Algunos siguen buscando a tientas. ¿Quién les hará creíble la Buena Noticia de Jesús? Benedicto XVI viene insistiendo en que el mayor peligro para la Iglesia no viene de fuera, sino que está dentro de ella misma, en su pecado e infidelidad. Es el momento de reaccionar. La conversión de la Iglesia es posible, pero empieza por nuestra conversión, la de cada uno.

UNA IGLESIA DESPIERTA

Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar.
Vivían tan atraídos por él que querían enc ontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.
Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. 
Con el tiempo,aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar, Cristo no nos encuentre dormidos».
La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilen, estén alerta », vivan despiertos
Según Marcos, la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que le están escuchando.
Lo que les digo a ustedes lo digo a todos: Velen».
No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.
Han pasado más de veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta llamada de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?
¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño?
¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?
¿No hemos de recuperar elrostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando,
escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta
de que una Iglesia «dormida» a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?
¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede despertar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?
La Iglesia no puede olvidar hoy "la responsabilidad de la esperanza"pues ésa es la misión que ha recibido de Cristo. Antes que " lugar de culto" o "instancia moral", la Iglesia ha de entenderse a sí misma y vivir como " comunidad de la esperanza".
Una esperanza que no es una utopía más, ni una reacción desesperada frente a las crisis e incertidumbres del momento.
Una esperanza que se funda en Cristo resucitado, en él descubrimos los creyentes el futuro último que le espera a la humanidad, el camino que podemos y debemos recorrer hacia su plena humanización y la garantía última frente a los fracasos, la injusticia y la muerte. "Velen, vigilen" 

José Antonio Pagola

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