05 agosto 2014

Homilía en la celebración eucarística en homenaje a Mons. ENRIQUE ANGELELLI

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
EN HOMENAJE A MONS. ENRIQUE ANGELELLI
 

(Punta de los Llanos, 3 de agosto de 2014)

Lecturas: Isaías 55, 1-3; Sal. 144; Rom. 8,35.37-39; Mateo 14, 13-21

Queridos hermanos y hermanas,
Cada cuatro de agosto, esta Iglesia riojana se acerca a Punta de los Llanos con amor y veneración para evocar a su Pastor Enrique Angelelli. Venimos a celebrar su memoria y a descubrir en su testimonio de Jesucristo el Señor, huellas para nuestros propios pasos de discípulos del Reino.
No venimos solos, nos acompañan hermanos y hermanas de muchas comunidades eclesiales argentinas, solidarios con nuestro mismo andar de Iglesia peregrina, servidora del hombre nuevo que anhelamos para nuestra Patria. Está con nosotros Mons. Virginio Bresanelli, Padre Obispo de Neuquén. Hemos escuchado el saludo de Mons. Tisera, obispo de Quilmes. Ambos prolongan con su cercanía fraterna aquella celebración de Neuquén, en 1983, en la que sus predecesores, Mons. De Nevares y Mons. Novak, pidieron la investigación del asesinato de Mons. Angelelli. Agradezco la presencia de Mons. Rodríguez, mi predecesor en esta misión de apacentar el Pueblo de Dios en La Rioja. También desde Córdoba, Iglesia madre de Mons. Angelelli, vienen numerosos peregrinos. Y nuestros hermanos de la diócesis de San Nicolás de los Arroyos, aquí presentes, piden con nosotros el pleno esclarecimiento de la muerte de Mons. Ponce de León.
En este largo mes desde que aguardábamos en oración la sentencia del Tribunal Oral Federal, hemos podido reconocer el paso del Señor por nuestra historia nacional y eclesial y escuchar la proclamación judicial de la verdad sobre lo acontecido treinta y ocho años atrás en Punta de los Llanos. Una verdad que vivía y latía en el corazón de muchos riojanos.
Las vidas de Carlos, Gabriel y Wenceslao, a lo largo de estos días, nos han preparado en este itinerario pascual hasta aquí. Como los discípulos en camino a Galilea, venimos a encontrarnos con el Resucitado que nos da su Palabra y nos parte su Pan, aquellos dones que Enrique Angelelli entregó con amor a lo largo de su ministerio de buen pastor.
En la primera lectura, el profeta nos invita a todos a participar de la herencia de la tierra. Dios quiere saciarnos con sus bienes, cuidando que nadie quede fuera. Y nos toca a nosotros responder con fidelidad a esa grandeza de Dios, buscando juntos caminos nuevos de solidaridad y participación, con justicia y dignidad. Estoy seguro que esa convicción alentó el corazón de Mons. Angelelli en la animación del movimiento rural diocesano y la cooperativa Codetral. Detrás de esos importantes proyectos estaba indudablemente la posibilidad de vivir y trabajar conforme la bendición bíblica de “poseer la tierra”.
“Nada nos separará del amor de Cristo” nos enseña Pablo. Esa certeza que encendió el corazón de los cristianos de generación en generación, fundamentó la entrega martirial de los testigos del Señor. Ningún poder humano, ninguna prepotencia, ningún proyecto de muerte pueden con la vida nueva que Cristo nos trae. Así lo entendieron también Carlos, Gabriel, Wenceslao y Enrique. Así vivieron y así murieron, dándolo todo por Dios y los hermanos.
El evangelio de la multiplicación de los panes siempre nos provoca admiración por la enérgica respuesta de Jesús al “no se puede” de los discípulos. La lógica del realismo humano es derrotada por la locura de Dios que no soporta el hambre de su pueblo, al que alimentó con su Palabra y no le quiso hacer faltar el pan material. No hay falsas alternativas en las palabras eficaces del Señor. Quiere lo uno y lo otro para su gente. ¡Cuántas veces hemos escuchado la religión anticristiana de una piedad despojada de comprensión hacia los problemas humanos! ¡Cuántos cristianos impecables han descalificado el compromiso evangélico de quienes desde su condición creyente han pedido y luchado para que todos tengan el “pan nuestro de cada día”!
“Denles Uds. mismos de comer” nos sigue desafiando Jesús de Nazaret. Y se refiere hoy a nuestros servicios e iniciativas pastorales de caridad y de promoción. En la atención de las emergencias, en el desarrollo y la formación de los agentes de pastoral y los servidores de Cáritas y de pastoral social, no caigamos en la tentación del “no se puede”, del “lo hemos intentado todo”. No nos desanimemos por las incomprensiones de los que nos juzgan, cruzados de brazos o calculando desde la fría mezquindad de sus propios bolsillos. Discernir la realidad y procurar transformarla juntos a partir del Evangelio, sigue siendo nuestra opción de vida. Como riojanos, tenemos en el magisterio de Enrique Angelelli, pastor de tierra adentro, un legado precioso que queremos vivir y honrar, lejos del mármol, cerca del barro de la historia en la que somos artesanos en las manos de Dios.
Como les compartía en la bendición de la Sala de la Memoria, el 17 de julio pasado, en Chamical, volvemos al pasado y hacemos memoria no con la nostalgia que enferma y paraliza sino con la decidida convicción de que en ese pasado encontramos pistas claras para nuestro seguimiento de Cristo, aquí y ahora. Como nos enseña Mons. Angelelli,
“¡Advierte! no eres pasado sino historia,
eres proyecto y siempre mensaje,
pueblo que camina y no desierto,
agua que canta y no estanque.”

Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Madre, la Virgen del Valle y nuestro Patrono San Nicolás recorrer nuestra parte del camino en fidelidad a esa herencia sagrada que nos dejó Jesús de Nazaret, asumida íntegramente por la vida y ministerio de nuestro querido Mons. Angelelli.

+Marcelo Colombo, Padre Obispo de La Rioja
HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
EN HOMENAJE A MONS. ENRIQUE ANGELELLI
(Punta de los Llanos, 3 de agosto de 2014)
 
Lecturas: Isaías 55, 1-3; Sal. 144; Rom. 8,35.37-39; Mateo 14, 13-21
 
Queridos hermanos y hermanas,

Cada cuatro de agosto, esta Iglesia riojana se acerca a Punta de los Llanos con amor y veneración para evocar a su Pastor Enrique Angelelli. Venimos a celebrar su memoria y a descubrir en su testimonio de Jesucristo el Señor, huellas para nuestros propios pasos de discípulos del Reino.

No venimos solos, nos acompañan hermanos y hermanas de muchas comunidades eclesiales argentinas, solidarios con nuestro mismo andar de Iglesia peregrina, servidora del hombre nuevo que anhelamos para nuestra Patria. Está con nosotros Mons. Virginio Bresanelli,  Padre Obispo de Neuquén. Hemos escuchado el saludo de Mons. Tisera, obispo de Quilmes. Ambos prolongan con su cercanía fraterna aquella celebración de Neuquén, en 1983, en la que sus predecesores, Mons. De Nevares y Mons. Novak, pidieron la investigación del asesinato de Mons. Angelelli. Agradezco la presencia de Mons. Rodríguez, mi predecesor en esta misión de apacentar el Pueblo de Dios en La Rioja. También desde Córdoba, Iglesia madre de Mons. Angelelli, vienen numerosos peregrinos. Y nuestros hermanos de la diócesis de San Nicolás de los Arroyos, aquí presentes, piden con nosotros el pleno esclarecimiento de la muerte de Mons. Ponce de León.

En este largo mes desde que aguardábamos en oración la sentencia del Tribunal Oral Federal, hemos podido reconocer el paso del Señor por nuestra historia nacional y eclesial y escuchar la proclamación judicial de la verdad sobre lo acontecido treinta y ocho años atrás en Punta de los Llanos. Una verdad que vivía y latía en el corazón de muchos riojanos.

Las vidas de Carlos, Gabriel y Wenceslao, a lo largo de estos días, nos han preparado en este itinerario pascual hasta aquí. Como los discípulos en camino a Galilea, venimos a encontrarnos con el Resucitado que nos da su Palabra y nos parte su Pan, aquellos dones que Enrique Angelelli entregó con amor a lo largo de su ministerio de buen pastor.

En la primera lectura, el profeta nos invita a todos a participar de la herencia de la tierra. Dios quiere saciarnos con sus bienes, cuidando que nadie quede fuera. Y nos toca a nosotros responder con fidelidad a esa grandeza de Dios, buscando juntos caminos nuevos de solidaridad y participación, con justicia y dignidad. Estoy seguro que esa convicción alentó el corazón de Mons. Angelelli en la animación del movimiento rural diocesano y la cooperativa Codetral. Detrás de esos importantes proyectos estaba indudablemente la posibilidad de vivir y trabajar conforme la bendición bíblica de “poseer la tierra”.

“Nada nos separará del amor de Cristo” nos enseña Pablo. Esa certeza que encendió el corazón de los cristianos de generación en generación, fundamentó la entrega martirial de los testigos del Señor. Ningún poder humano, ninguna prepotencia, ningún proyecto de muerte pueden con la vida nueva que Cristo nos trae. Así lo entendieron también Carlos, Gabriel, Wenceslao y Enrique. Así vivieron y así murieron, dándolo todo por Dios y los hermanos.

El evangelio de la multiplicación de los panes siempre nos provoca admiración por la enérgica respuesta de Jesús al “no se puede” de los discípulos. La lógica del realismo humano es derrotada por la locura de Dios que no soporta el hambre de su pueblo, al que alimentó con su Palabra y no le quiso hacer faltar el pan material. No hay falsas alternativas en las palabras eficaces del Señor. Quiere lo uno y lo otro para su gente. ¡Cuántas veces hemos escuchado la religión anticristiana de una piedad despojada de comprensión hacia los problemas humanos! ¡Cuántos cristianos impecables han descalificado el compromiso evangélico de quienes desde su condición creyente han pedido y luchado para que todos tengan el “pan nuestro de cada día”!

“Denles Uds. mismos de comer” nos sigue desafiando Jesús de Nazaret. Y se refiere hoy a nuestros servicios e iniciativas pastorales de caridad y de promoción. En la atención de las emergencias, en el desarrollo y la formación de los agentes de pastoral y los servidores de Cáritas y de pastoral social, no caigamos en la tentación del “no se puede”, del “lo hemos intentado todo”. No nos desanimemos por las incomprensiones de los que nos juzgan, cruzados de brazos o calculando desde la fría mezquindad de sus propios bolsillos. Discernir la realidad y procurar transformarla juntos a partir del Evangelio, sigue siendo nuestra opción de vida. Como riojanos, tenemos en el magisterio de Enrique Angelelli, pastor de tierra adentro, un legado precioso que queremos vivir y honrar, lejos del mármol, cerca del barro de la historia en la que somos artesanos en las manos de Dios.

Como les compartía en la bendición de la Sala de la Memoria, el 17 de julio pasado, en Chamical, volvemos al pasado y hacemos memoria no con la nostalgia que enferma y paraliza sino con la decidida convicción de que en ese pasado encontramos pistas claras para nuestro seguimiento de Cristo, aquí y ahora. Como nos enseña Mons. Angelelli,

“¡Advierte! no eres pasado sino historia,
eres proyecto y siempre mensaje,
pueblo que camina y no desierto,
agua que canta y no estanque.”

Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Madre, la Virgen del Valle y nuestro Patrono San Nicolás recorrer nuestra parte del camino en fidelidad a esa herencia sagrada que nos dejó Jesús de Nazaret, asumida íntegramente por la vida y ministerio de nuestro querido Mons. Angelelli.

+Marcelo Colombo, Padre Obispo de La Rioja

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