20 febrero 2014

Mensaje de Cuaresma 2014

MENSAJE DE CUARESMA 2014
"Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" 
(Papa Francisco, EG 1)


Hermanas y hermanos:
Al comenzar la Cuaresma me dirijo a ustedes con estas palabras del Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” (EG) que nos entregó a fin del año pasado. En ese documento nos invita a vivir una nueva etapa evangelizadora de la Iglesia, marcada por la alegría.
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo para hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente...” (EG 2)
Hoy el Señor nos llama. Dejémonos encontrar por Él. Salgamos a su encuentro en la Cuaresma. Renovemos nuestra decisión de seguirlo. Porque, a veces, nos cansamos, nos apartamos, nos olvidamos de Él.  “…Es el momento de decirle a Jesucristo: Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia…” (EG 3).
El Evangelio invita constantemente a la alegría. Saber gozar y gustar de cosas bellas y lindas de la vida. Esto no quita que hay fracasos y sufrimientos, o ignorar las pérdidas y desgracias de la existencia. Hablamos de la alegría de la fe y del amor. Esa alegría debe despertarse  poco a poco en nosotros cuando la hemos perdido, como una secreta y firme confianza, aún en medio de grandes angustias. Brota en el corazón las palabras de la Biblia: “Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha… Pero traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad!.. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor” (Lm. 3,17.21-23.26)
A veces ponemos muchas excusas y reclamos para vivir esta alegría creyente. Es una verdadera tentación que tenemos. Suele suceder esto porque “la sociedad tecnológica ha logrado  multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría; porque la alegría tiene otro origen. Es espiritual” (Pablo VI, “La alegría cristiana”, 1).

Dice el Papa Francisco: “Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo” (EG 7)
Gracias al encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, somos rescatados del encierro de nuestro yo. Cuando permitimos que Él nos lleve más allá de nosotros mismos. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Anunciamos lo que vivimos, lo que sentimos muy hondo. Un Dios que nos libera para ir al encuentro del otro. Los obispos en Aparecida nos dicen: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (DA, 360).
La Cuaresma nos ayudará a clarificar nuestra mirada, centrar el corazón en lo que es esencial de nuestra fe.  Aprovechemos todo lo que la Iglesia, verdadera madre, nos proporciona en este tiempo para sanarnos, alimentarnos y fortificarnos espiritualmente: la Palabra de Dios, la oración comunitaria, los sacramentos, las obras de misericordia. Todo debe ayudarnos a centrarnos en Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. “Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas duras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina” (EG 11).
Hermana, hermano: qué bueno si encuentras algún momento para mirar a Cristo en la Cruz, besarlo, tocarlo y decir, como San Pablo: “Me amó y se entregó por mí”. Es lo que el Cura Brochero les decía a sus serranos en los ejercicios espirituales, mientras les mostraba el Cristo de la Capilla. ¡Tantos seres humanos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos! Ellos se aferran a ese Cristo sufriente y descubren el amor que Dios les tiene; un Dios que les recuerda su dignidad de personas, de hijos suyos muy queridos… (DA 265)
Vivir este encuentro con Jesucristo en la Cuaresma, hace crecer “el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro… Discipulado y misión son como las dos caras de la misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo de que sólo Él nos salva. El discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro. Esta es la tarea esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana” (DA. 145-146).
Tratemos de participar, e invitemos a otros, de las celebraciones litúrgicas de la Cuaresma y Semana Santa. Es el modo como los cristianos festejamos el amor inmenso de Dios y lo mostramos a otros. “La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia” (EG. 24).
¡La Virgen Santa los cuide a todos y que el Señor los bendiga!
Fraternalmente
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

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