29 abril 2013

UNA NOTA SOBRE FRANCISCO Y LEONARDO

 
Hoy encontramos en varios diarios de Buenos Aires sendas notas a Leonardo Boff, de visita en Argentina a raíz de la presentación de un libro. A raíz de esto quisiera señalar algunos aspectos, pero como es justo dejar claro quién soy, debo confesar que nunca fui demasiado “leonardoboffista”. En lo personal siempre me pareció el menos creativo de los teólogos de la liberación, y me cuesta descubrir el “ver”, la mirada de la realidad como punto de partida de su pensamiento teológico. Ciertamente esto no quita en nada el reconocimiento de sus aportes, pero también en esto soy habitualmente crítico. Pero no es este el espacio para presentar mis comentarios y objeciones, sino simplemente hacer saber “desde dónde” escribo.

Me resulta evidente que Leonardo está fascinado con el papa Francisco. La insistencia del papa en los pobres es un buen punto de partida para comprender la fascinación, especialmente por parte de quien fue sancionado por la misma insistencia. Particularmente por la intervención concreta de los dos papas anteriores. Si a eso le sumamos la elección del nombre (“Francisco más que nombre es proyecto”, afirma Leonardo), y la insistencia en los primeros momentos en el “cuidado de la Creación”, tema al que particularmente se ha dedicado Leonardo en los últimos lustros, el “encantamiento” resulta comprensible. En lo personal, no tengo ese encantamiento. Sin dudas creo que el actual papa ha dado una serie de gestos muy significativos e interesantes (aunque uno debe preguntarse qué nos había pasado que habíamos naturalizado y hoy llame la atención que el papa diga “buenas tardes” o que use zapatos normales). Si nos referimos a un elemento importante, como es la reforma de la curia romana, la elección de 8 cardenales para pensar en dicha reforma puede ser un buen signo, aunque recién del 1 al 3 de octubre se reunirán, y por ahora sólo cabe el deseo. En lo personal tengo buenas referencias de los cardenales del Norte de América y de África, no sé nada de los de Oceanía y Asia y no tengo la mejor de las opiniones de los dos cardenales latinoamericanos. Que no haya gente de la curia romana no deja de ser un buen síntoma. Pero por ahora, sólo eso.

Qué el papa sea cercano, misericordioso, humano es muy importante, pero eso no es indicio necesario de qué Iglesia propone, hacia dónde cree que debemos dirigirnos. El Concilio Vaticano II fue secuestrado, o puesto en un freezer por los papados anteriores, pero todavía no tenemos elementos para afirmar que ha comenzado el deshielo. Mucho menos hablar de primavera. Aclaro: no lo niego (y ¡vaya si lo deseo!), simplemente afirmo que todavía no tenemos elementos suficientes para afirmarlo. Si nos guiamos por signos, también hay que agregar el tema de las religiosas de los EEUU donde no ha habido cambios, antes bien confirmación, por ahora al menos; o de la recepción a las Abuelas de Plaza de Mayo en unos segundos y paradas, en contraste con la recepción extensa y privada (y sentados) brindada al Puppi Zanetti.

Pero lo que me llama particularmente la atención en los dichos de Leonardo (en su página, no en el reportaje) es su referencia al entonces cardenal Bergoglio y el actual gobierno. No sé dónde se informa Leonardo (sea de él mismo, o sea del/los/a/as informante/s), pero me llama la atención la referencia que sigue:

«Esta opción no es para él solamente un discurso, sino una opción de vida y de espiritualidad. A causa de los pobres ha caído en desgracia ante la presidenta Cristina Kirchner, pues pidió a su gobierno un mayor compromiso político para superar los problemas sociales -analíticamente se llaman desigualdades-, que éticamente representan injusticias y teológicamente son un pecado social que afecta directamente al Dios vivo, que bíblicamente ha mostrado estar siempre del lado de los que tienen menos vida y son los pobres y los que sufren injusticia.

«En 1990 Argentina tenía un 4% de personas pobres. Hoy en día, debido a la voracidad del capital nacional e internacional, ascienden a un 30%. Estos no son sólo números. Para una persona sensible y espiritual como el Papa Francisco representa un viacrucis de sufrimiento, lágrimas de niños hambrientos y desesperación de padres sin trabajo.»

En lo personal, me llama la atención el comentario. Los contactos políticos del cardenal Bergoglio no fueron –precisamente- con los políticos que promovieran compromiso político para superar los problemas sociales (a menos que creamos que Gabriela Michetti, Elisa Carrió, Mauricio Macri, por ejemplo lo son… o que tener como abogado a Roberto Dromi (¡el arquitecto de la política económica-empresarial y las privatizaciones del menemismo!) sea algo que contribuya a superar los problemas. Que haya mostrado estar del lado de los pobres no significa que haya mostrado estar del lado de las políticas que buscan que los pobres dejen de serlo. Que está con los pobres no significa que esté contra la pobreza.

Por otra parte, la estadística del 4% de pobres en 1990 (justo cuando empezó el menemismo, la gran generadora de pobres de la Argentina, y las políticas que –Dromi mediante- provocaron la mayor desocupación imaginable y su consiguiente pobreza), no resulta una buena elección. Para hablar de los pobres de hoy (¡que los hay, sin dudas!) debería mirar cuántos eran los pobres, los indigentes, los desocupados en el 2003 cuando asume el actual proyecto político, contra el que –precisamente- se opuso el entonces Cardenal.

Leonardo tiene todo el derecho del mundo de estar encantado por gestos, nombres y palabras del actual papa. Algunos creemos que exagera, quizás fruto de su pasado de sufrimiento causado precisamente por los papas anteriores, y tiene derecho a soñar. Cuando analiza lo que el papa está diciendo / haciendo algunos pensamos que no se concluye lo que él afirma de lo que el papa está diciendo o haciendo. Sin duda que deseamos que así sea, pero nos parece que –por ahora- nada indica que esté ocurriendo. Y si su fascinación lo lleva a ver en el pasado de Jorge Mario Bergoglio lo que otros no hemos visto a lo mejor debamos pedirle a Leonardo que se informe mejor, no sea cosa que los deseos y sueños que ambicionamos terminen distorsionando la realidad o –peor todavía- que en nombre de los pobres terminemos levantando monumentos a los profetas que nuestros padres mataron.



por Eduardo de la Serna
 



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