07 septiembre 2012

Flavio Josefo

Quien es este personaje que me presentaron en el ultimo retiro que fui.
Me intereso mucho por sus comentarios, siendo una persona ajena a los cristianos
pero que remarco en sus libros a Jesús y Juan el bautista entre otros personajes biblicos.




Tito Flavio Josefo también conocido por su nombre hebreo José ben Matityahu o Josefo ben Matityahu (n. 37-38Roma, 101) fue un historiador judío fariseo, descendiente de familia de sacerdotes. Hombre de acción, estadista y diplomático, fue uno de los caudillos de la rebelión de los judíos contra los romanos. Hecho prisionero y trasladado a Roma, llegó a ser favorito de la familia imperial Flavia. En Roma escribió, en griego, sus obras más conocidas: La guerra de los judíos, Antigüedades judías y Contra Apión. Fue considerado como un traidor a la causa judía y odiado por los judíos. Su obra se ha conservado gracias a los romanos y a los cristianos.

 

 

Biografía

Flavio Josefo (en griego antiguo Ἰώσηπος, Iốsēpos, en hebreo וסף בן מתתיהו) nació alrededor del año 37 d.C, en el seno de una familia sacerdotal de Judea ligada a la monarquía de los asmoneos. Su nombre originario era Yosef bar Mattityahu o Yossef ben Matityahou, es decir, José hijo de Matías, aunque cuando el emperador Vespasiano hizo de él un ciudadano romano lo latinizó asociándolo a la familia del bienhechor que lo liberó tras hacerle prisionero, como Titus Flavius Iosephus. En los siglos XVI y XVIII se impuso la modalidad ortográfica de «Josefo» para distinguirlo de los santos llamados José, aunque los ingleses lo citan por su nombre latino «Josephus».

Ya desde pequeño se caracterizó por su buena memoria y su facilidad de aprendizaje, lo que le permitió desarrollar sus dotes intelectuales. En el año 64 se trasladaría a Roma para conseguir de Nerón la liberación de algunos sacerdotes judíos amigos suyos capturados durante las revueltas judías contra los romanos, causa por la que es procesado y encarcelado. Sin embargo, pronto es liberado gracias al apoyo de Popea Sabina, esposa del emperador.

Tras su vuelta a Jerusalén, en el año 66 estalló la Gran Revuelta Judía. Fue designado por el Sanedrín de Jerusalén como comandante en jefe de Galilea, organizando su administración y defensa. Capituló en el verano del año 67, tras seis semanas defendiendo la casi inexpugnable fortaleza de Jotapata. La mayoría de sus compatriotas fueron asesinados y Josefo fue capturado y llevado ante la presencia del por entonces general Vespasiano. Ante él hizo muestras de su gran formación y predijo que pronto sería emperador, lo que le llevó a ganarse el perdón cuando se cumplió la predicción. Así, Josefo pasó a llamarse Flavio Josefo, siendo liberado en el año 69.

Josefo se unió al séquito de Tito, hijo de Vespasiano, en el año 70 en su marcha hacia Judea, siendo testigo ocular de la destrucción de Jerusalén y del Segundo templo y participando como mediador entre ambas partes.

En el año 71 viaja a Roma y, por orden del emperador, se le otorga una pensión, la ciudadanía romana bajo el nombre de Tito Flavio y una casa que fue residencia del mismo Vespasiano. Será aquí donde desarrollará su trabajo literario e histórico. Murió durante el mandato de Trajano (probablemente en el 101).

Pensamiento

Flavio Josefo no busca la asimilación del mundo hebreo al grecorromano, sino el reconocimiento de su dignidad. Sobre su método nos dice: «…yo creo que si lo que interesa es extraer la verdadera interpretación de los hechos a partir de los hechos mismos, y no seguir vanas opiniones, lo adecuado es todo lo contrario [no despreciar los testimonios de los pueblos no griegos]» (Antigüedades judías, 6). El autor consideraba que la audacia es una fuerza fundamental en los acontecimientos históricos, por ejemplo: «… no consiguieron lo que habían planeado contra mí, pues yo les había salido al paso con una estratagema mejor» (Autobiografía, LV). A pesar de creer en la potencia de la Fortuna, no es supersticioso: «y ridiculizaba lo absurdo de la acusación de brujería, señalando que si los romanos pudiesen vencer a sus enemigos mediante hechiceros, no mantendrían tantos miles de soldados» (Autob., XXI).

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