20 mayo 2011

Celebrando y viviendo la Pascua de Jesús

El acontecimiento pascual, la muerte y resurrección del Señor,
se celebra anualmente en un tiempo especial,
pero sabemos que la celebración de cada domingo también es la celebración de la
Pascua. De ahí que lo importante del domingo es la reunión de la comunidad
cristiana, para hacer presente a través del sacrificio de la misa, la salvación
que nos alcanzó el Señor resucitado y a la que necesitamos acercarnos para
recibir esa gracia que no hace posible crecer y vivir como hijos redimidos por
el Padre, por medio de Jesucristo.


Los relatos de los evangelios y del libro de los Hechos de los Apóstoles,
presentan los acontecimientos importantes que rodearon la Resurrección de
Jesucristo y que tienen su celebración litúrgica a lo largo del ciclo Pascual.
No son acontecimientos separados, forman un todo en este misterio central de
nuestra fe, pero la pedagogía de Dios, inspirada a la Iglesia, separa cada
celebración para ayudarnos a vivir ese aspecto de la Pascua, y captar su
importancia y su mensaje.


En la liturgia, celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor y Pentecostés
acontecimientos fundamentales que están estrechamente relacionados, y junto con
la muerte y resurrección de Jesús forman un todo, constituyen el Misterio
Pascual, verdadero misterio de nuestra fe. Cada domingo hacemos nuestra
profesión de fe, después de escuchar la proclamación del Evangelio. Es el
momento en que damos testimonio de nuestra fe, fe por la que muchos hermanos
dieron su vida y la dan hoy. Ellos murieron y mueren por es fe en el Señor
Jesús Resucitado, a quien siguieron y siguen, a pesar de su dura realidad.


La Pascua como realidad salvadora está siempre presente en la vida de los
creyentes, más allá de una celebración puntual, e involucra la vida, a veces de
manera insospechada. La vida humana tiene acontecimientos dolorosos, a los
cuales nos resistimos, y que sin embargo nos acercan a la pasión del Señor, son
parte de un paso, de una pascua, que por dura que sea, es germen de algo
distinto. En esos momentos, la fe y la esperanza nos fortalecen y debemos creer
y confiar en que también estamos llamados a resucitar a una situación distinta
y tal vez mejor, anticipo de la resurrección definitiva. Todo esto gracias a
nuestra incorporación a Cristo por el bautismo.


Debemos recordar, pase lo que pase, que El está siempre con nosotros hasta el
fin de los tiempos, según lo prometió.


    Por Celia Escudero

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