17 abril 2011

San Francisco Solano

San Francisco Solano, Misionero, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en
poner paz entre los que se peleaban. Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España.. Es que rezaba mucho antes de cada predicación. Primer contagio. Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray  Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados. 


Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. El rey Felipe II pidió a
los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón. Cuando los marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Lograron que un barco los llevara a la ciudad de Lima. Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando,  especialmente a los indios.

Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y
sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el
Chaco Paraguayo.- Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo
confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas. Y le sucedió en aquel
gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los
dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos. Y le
entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se
admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro
de Dios.

Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los
blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que
parecían increíbles. Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja
(Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a
atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la
defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó
frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo
entendieran muy bien en su propio idioma) que los aborígenes desistieron del
ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión
católica. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el
violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a
sus oyentes con sus alegres canciones.
Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el
espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y
exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que
aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor
del Señor Dios. San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco
Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina,
siempre a pie. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y
el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las
calles. Se le acercó a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar
por él otra vez al corral. Por orden de sus superiores, los últimos años los
pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores.

Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores
a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la
representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y
arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando
terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto
conseguía muchas conversiones. En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los
médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de
julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre
Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró. Desde lejos
las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.
                                      Oremos
Dios y Señor nuestro, que con tu
amor hacia los hombres quisiste que San Francisco Solano anunciara a los
pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión,
crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las
enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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