22 enero 2011

Laura Vicuña II

Laura Vicuña no sólo posee como segundo apellido Pino, sino también es muy distinta al retrato oficial. Este como una “señorita” blanca, de perfil caucásico, ojos celestes… El resto se lo imagina el lector: una niña “bien” que son conocidas como “pilolais” -antaño “pitucas” o “jaibonas”- son retoños de la clase alta. Copan las páginas de la sección denominada “vida social” de El Mercurio. Aquellas entre las cuales se reclutan las Miss, las animadoras de TV y las modelos. Sin embargo, “salta la liebre” y se verifica que tales rasgos europeos que nuestro pueblo -por efecto de la colonización cultural- juzga “elegantes”, “finos” y “bellos” por ser europeos no corresponden a lo cierto. De Junín de los Andes donde es alumna del Colegio María Auxiliadora llegan fotografías. En ellas está nuestra América con los rasgos criollos que evidencian nuestro mestizaje. Labios gruesos, boca ancha, pelo retinto, ojos tirantes -”achinados”- y negros, pigmento morenoide, vestuario modesto de alumna y apenas una niña. No olvidemos fallece a los 12 años.

Desde otro ángulo a Laura se atribuyen milagros y es venerada por la religiosidad popular igual que Ceferino Namuncura y la Difunta Correa son símbolos de la unidad chilenoargentina. Laura nace en Chile, vive y fallece en Argentina. Es posible que su padre sea un refugiado político que escapa de la contrarrevolución de 1891 aquella que tumba al Presidente Balmaceda. Debemos congratular al sacerdote Ciro Bruña por investigación. Esta permite el rescate de fotos de la beata y reelaborar su biografía. Otro prelado, Pedro de la Noi le reconoce mérito y expresa “ahora tenemos la imagen exacta de una niña latinoamericana”. Se ha impuesto lo verídico por sobre ese afán europeizante. Afán que internaliza, en miles de litografías, un Jesucristo con facha de anglosajón y una María blancoide. Sin embargo, es nuestra fe popular la que autoctoniza las imágenes y la Virgen de Guadalupe así como la de Andacollo son morochas. Con ello se acercan al genotipo semítico que efectivamente tuvieron.

La guerra cultural por la liberación de nuestra América obliga no sólo a nacionalizar la economía -por ejemplo, petróleo o cobre-, no sólo nacionalizar la política -v.gr. reducir o suprimir el influjo de las potencias hegemónicas-, sino también nacionalizar la cultura. Este frente ha sido descuidado en parte por ignorancia y en no pequeña medida por la incapacidad -salvo la excepción de Haya y Ramos- de nacionalizar determinadas teorías políticas proveniente del Viejo Mundo o generar otras con sello propio. La estructura académica -pese a los enjuiciamientos de Simón Rodríguez y de José Martí- continúa siendo, porfiadamente, descastadora. Mayor daño hace la TV. De allí la trascendencia simbólica que posee el rescate de la verdadera Laura Vicuña Pino -medularmente nacional y popular- a quien se despoja de la postiza estampa de adolescente euroelegante y hoy resurge, tal cual fue, una niña criolla a la cual el mundo creyente popular juzga orlada de la santidad.

Laura Vicuña - Anexo para argentinos (*)
1º Vicuña es un apellido vasco. Corresponde, en línea, a inmigrante de esa región domiciliado aquí en el siglo XVIII. No es un linajes de la Conquista. Estos se originan en el XVI y XVII, sino a inmigrantes tardíos ligados a lo mercantil y ajenos a la epopeya hispanizadora. El enriquecimiento les permite adquirir blasones y ubicarse en la cúpula de la pirámide.

2º Representantes conspicuos -entre otros- son Pedro Félix Vicuña impulsor del periodismo, Benjamín Vicuña Mackenna periodista, historiador y político, Claudio Vicuña que es el delfín de Balmaceda y, por ende, víctima de persecución por quienes triunfan en Concón y Placilla.

3º Integrante de ese clan es José Domingo Vicuña, presumiblemente oficial de Ejército, que por filiación balmacedista, huye a Argentina radicándose en Neuquén. Cásase en Santiago con Mercedes Pino -entonces juzgada “plebeya” o “patipelada”- y de dicho cuestionado enlace nace Laura.

4º Vicuña no posee conexión con el camélido andino del mismo nombre. Junto con la llama y la alpaca constituyeron la masa ganadera del Incanato. Se ignora el por qué de esa coincidencia entre el apellido y aquel auquénido.

5º La beata exhibe dos apellidos lo cual no es frecuente en Argentina donde prevalece sólo el paterno. Por otro lado, al menos en Chile, Pino no es apellido aristocrático, sino popular, es decir, “picante”, propio de vuestros “cabecitas negras” o “grasas”. Uso esas dos categorías sociológicas trasandinas para lograr una mejor comprensión de los lectores de órgano de prensa bonarense.

6º La sociedad chilena es estratificada. Posee un vértice superior blanco donde el componente indígena es mínimo. Tanto el faldeo como la base de la pirámide es morenoide. Una ensanchada clase media a su vez subdividida en varias capas es campo de emulsionamiento de un mestizaje aun no concluido. En la época de Balmaceda la mesocracia posee espesor mínimo. Entonces se le define como un “conglomerado de los de arriba venidos a menos y los de abajo venidos a más”. Es posible hipotetizar que Laura Vicuña Pino sea un producto de ese empalme.

7º El eurocentrismo -prolijamente estudiado por el Prof. Bauer (UN de Córdoba)- facilita la difusión de retrato de Laura como elegante “gringa” adolescente. Se falsifica así la estampa y la edad.

8º El clasismo -tan ligado al racismo- permite durante casi un siglo omitir el apellido Pino. Obvio, Vicuña “viste” y Pino es apellido propio del “perraje”, es decir, de la clase baja que es sólo fuerza de trabajo, masa sufragante y “carne de cañón” en caso ´de guerra.

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