05 enero 2011

LA GRANADA ABIERTA

Abriré el corazón rotundamente,
igual que una granada.
Para que se lo lleven, grano a grano,
los pájaros del cielo,
las almas de los hombres...
Tú cuídame, Señor, que esté maduro:
que no me caiga a tierra,
inútil, ni una sola
de sus talladas margaritas rojas...


Las palabras no son
más que un eco,
muerto,
casi no mío ya.
La voz es el silencio.


Apenas son el viento
de este pinar oscuro de la carne...
La palabra del alma es el silencio.


Con tiento el corazón,
alma: con mucho tiento,
que lleva vino de Consagración...


Pedro CASALDÁLIGA

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