28 enero 2011

Carta a las comunidades acerca de lo ocurrido en los Campamentos Brocherito

Carta a las comunidades acerca de lo ocurrido en los Campamentos Brocherito el 11 de enero 2011 Padre Lucio Carvalho Rodrigues.


Casa de Encuentros de Evangelización

“Cura Brochero”
Diócesis de Quilmes
Trenque Lauquen N° 2551
1889 – Bosques – Florencio Varela
Bosques, 20 de enero de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

Quiero, a través de esta carta, y en nombre de quienes nos sentimos parte de la Casa «Cura Brochero», hacerles llegar unas líneas compartiendo nuestro dolor por los sucesos ocurridos; y nuestra acción de gracias por la cercanía y afecto de tantos hermanos y hermanas que han estado a nuestro lado en estos días con su solidaridad, apoyo y oración. También quiero hacer un relato breve, pero preciso, de cómo ocurrieron los hechos.

Como ya todos saben, el martes 11 de enero por la tarde se desató una gran tormenta eléctrica. Un rayo cayó en nuestra Casa «Cura Brochero», y su efecto alcanzó a diez niños y un joven de nuestros «Campamentos Brocherito» cuando se estaban dirigiendo al salón grande que tenemos en el fondo, al que llamamos “utilería”, ya que allí guardamos todos los “útiles” que usamos para los juegos y los entretenimientos de los chicos. Debido a la tormenta, que se desató intempestivamente, se había decidido darles la merienda a los niños en ese salón. Hacia allí se estaban dirigiendo cuando los sorprendió la caída del rayo. Las niñas estaban en las piezas de adelante de la casa, ya que acababan de bañarse. Los que estaban atrás, en el lugar de la caída del rayo, eran los niños; éstos habían sido los últimos en entrar ese día a la pileta, de donde habían sido retirados por la amenaza de tormenta. Es mientras que los últimos grupos de los niños iban hacia el salón cuando tuvo lugar la caída del rayo, y es por eso que todos los afectados fueron varones.

Las dos parroquias que estaban compartiendo la semana de campamento eran «Nuestra Señora de la Paz», del decanato de Florencio Varela, y «La Asunción de Santa María», del decanato de Berazategui. De los diez niños afectados de una u otra manera por el rayo, nueve eran de la parroquia de Varela y uno de la de Berazategui, como así también el joven. Ante el trágico suceso, y a pesar de la gran conmoción en que se encontraban, los jóvenes animadores y auxiliares fueron alzando a los niños caídos y llevándolos inmediatamente a la enfermería, donde se intentaba auxiliarlos. Como ustedes imaginarán, la magnitud del hecho superaba todo lo previsible, por lo cual los mismos jóvenes colaboraron denodadamente con la enfermera en la atención de los niños. Paralelo a esto se llamó a “Urgencias Infantiles”, el servicio médico que tenemos contratado para las emergencias, como así también se dio parte a la policía de la Comisaría 4ta de Bosques. Debido a que el subcomisario se encontraba muy cerca de la Casa «Cura Brochero», el móvil estuvo inmediatamente en el predio. Enseguida se hicieron presentes dos móviles más, quienes llevaron a seis niños al Hospital Interzonal de Alta Complejidad «El Cruce». El operativo fue impecable: la ruta estaba totalmente liberada en los cruces con las avenidas para que pudieran pasar los móviles en dirección al Cruce Varela. En el Hospital Interzonal los niños fueron atendidos con premura. Mientras tanto, en «Cura Brochero» se hicieron presentes Defensa Civil, los Bomberos Voluntarios, otros móviles de la Policía y el SUME (107), quienes trasladaron a los otros cinco niños al Hospital Municipal «Mi Pueblo», de Florencio Varela, donde también fueron atendidos diligentemente.

Los semaneros, entre tres y cuatro jóvenes y adultos por semana que coordinan los «Campamentos Brocherito» desde la misma casa, así como también algunos sacerdotes y diáconos permanentes se hicieron presente en Brochero para colaborar con los semaneros que estaban a cargo de esta segunda semana de los campamentos en el traslado de los demás niños a sus parroquias y, desde allí, a sus casas. La Municipalidad de Florencio Varela, a través del Intendente Interino y de sus distintas autoridades se hicieron presente tanto en Cura Brochero como en el Hospital El Cruce para ayudarnos a coordinar las distintas tareas: pusieron los colectivos para llevar a los niños a sus parroquias, organizaron la conferencia de prensa en el hospital, se hicieron cargo del velorio de los niños fallecidos, etc.

Y así llegamos a este dato que es el más doloroso; los tres niños fallecidos: Alexis Soto, Hernán Albarenga y Joel Robledo. Los tres hicieron un paro cardiorrespiratorio como consecuencia de la electricidad que los alcanzó a partir del impacto del rayo. Dos de ellos fueron sacados del paro y puestos en terapia intensiva, falleciendo uno unas horas después, y el otro a los seis días. Los demás niños y el joven fueron siendo dados de alta durante la semana y ya se encuentran en sus casas en buen estado de salud.

Fue una semana de dolor y de consternación. También una semana de mucha solidaridad y de mucha cercanía de tanta gente que con su oración, sus mensajes, su presencia y su trabajo nos alentaban a acompañar a las familias de los niños fallecidos y a seguir adelante con los campamentos. Todo Varela, más allá de Brochero, se hizo cercana; y tantas comunidades de la diócesis también. Nuestro Padre Obispo Luis estuvo presente en cada uno de los velorios.

Pero lo más reconfortante fue la actitud de los padres de Alexis, Hernán y Joel. La mamá de Alexis, el día del sepelio, abrazaba a varios de los jóvenes de la parroquia que ella conocía y les decía que le cuenten cómo estaba Alexis, si estaba contento, porque lo que él más quería era ir a Brocherito, y que si estaba contento, estaba bien; era lo que él quería. El papá de Hernán, antes de cerrar el cajoncito de su hijo, llamó a los jóvenes y les dijo más o menos lo siguiente: «Es muy difícil decir algo en estos momentos. Pero yo quiero decirles a todos los jóvenes de la parroquia que éstas son cosas de Dios. Ustedes no tienen que sentirse culpables de nada. Mi familia no tiene nada contra ustedes. Gracias». En el cementerio, antes de retirarnos, cuando me fui a despedir de él, me dijo: «Vaya tranquilo que no pasó nada». También el papá de Joel nos decía que nos quedemos tranquilos y que vayamos a visitarlo cuando queramos. Realmente, si los papás de Alexis, Hernán y Joel, que son los que están sufriendo el dolor más grande, la pérdida de un hijo, son capaces, a pesar de su dolor, de darse cuenta del dolor de los jóvenes de la parroquia y de todos los que trabajamos en los campamentos, y nos reconfortan con sus palabras y su actitud; ¿cómo nosotros vamos a encerrarnos en nuestro dolor, que sin duda es grande, y no vamos a ser capaces de confortar y consolar a los que llevan la peor parte de la tragedia? Esta actitud de los papás, gente muy sencilla, me hacía tener presente todo el tiempo estas palabras de San Pablo a la comunidad de Corinto: «Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Por eso, tenemos una esperanza bien fundada con respecto a ustedes, sabiendo que si comparten nuestras tribulaciones, también compartirán nuestro consuelo» (1 Corintios 1, 3-7).

Gaby, una de las jóvenes de la parroquia, en la reunión que tuvimos el viernes por la mañana para rezar y charlar un rato —también allí estuvo presente el municipio poniendo a nuestra disposición a un equipo de tres psicólogos y una trabajadora social—, nos recordaba la frase de nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak que tantas veces repetimos, y que ahora se hace realidad de manera patente. En una oportunidad, visitando a los chicos de uno de los campamentos, mientras charlaba con ellos, uno le preguntó cómo era el Reino de los Cielos. El Padre Obispo Jorge contestó: «Es como un Brocherito que nunca se acaba». Gaby nos decía que Alexis, Hernán y Joel estaban ahora en ese Brocherito que nunca se acaba. Ésta es nuestra fe. Éste es nuestro consuelo.

Pero, como dijo Mary, que vive en la Casa, «Brochero está de duelo». La certeza de la fe no nos quita el dolor que sentimos. Y si bien nos mantenemos en pie por la oración y el consuelo de tantos hermanos y hermanas que nos sostienen, creemos también que necesitamos tiempo para elaborar el duelo que nos toca transitar. Como el Padre Gino siempre dijo: «El Campamento es uno solo. Son varias semanas, pero es un solo campamento». Por eso decidimos suspender por este año los demás campamentos. Como bien expresaron los jóvenes de la Parroquia «La Asunción de Santa María», el dolor de la comunidad de la Parroquia «Nuestra Señora de la Paz» también es el dolor de ellos que compartieron la semana. Y también es el dolor de las demás parroquias que participan de los campamentos, y que se hicieron presente de una u otra manera. Brochero está de duelo. También todos los que son parte de la casa, más allá de los campamentos, comparten nuestro dolor. Y también están de duelo.

Quiero dejar bien en claro que esto es una decisión nuestra. No hay ninguna disposición legal que nos impida realizar los campamentos. Es sólo que necesitamos tiempo para procesar el dolor, para llorar, para estar tristes… Es sólo que necesitamos tiempo para que, al calor del compartir fraterno, de la oración confiada, del encuentro con las familias que han perdido la presencia física de sus hijos, pueda crecer en nuestro interior, poco a poco, el consuelo de la fe… Es sólo que necesitamos tiempo para que, ante la incertidumbre y ante el sentimiento de que Dios pareció estar ausente (me viene a la mente y al corazón el grito de Jesús en la Cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»), dejemos madurar lentamente en nosotros la confianza en el Dios en quien creemos, Aquél del que dijo Jesús: «Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él» (Lucas 20, 38).

Sin entender el por qué, sin querer buscar una explicación a aquello para lo que no tenemos respuesta, nos ponemos en manos de Dios y de la Virgencita de Luján para que ellos nos alivien el dolor y nos llenen de esperanza. Cura Brochero, Padre Obispo Jorge, Padre Gino, Alexis, Hernán, Joel… caminen con nosotros y sostengan nuestro peregrinar.

Padre Lucio

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