11 diciembre 2010

"A mí me lo hicieron"

Mi amigo Dany Goldman escribió hoy una nota sobre el "extranjero" desde una mirada teológica judía. Me permito acompañar su reflexión con una mirada cristiana. Acoto, por si hiciera falta, que pretendo acompañar lo dicho por Dany, no "complementar", "completar" o cosas semejantes...

Con la pluralidad que lo caracteriza, el Israel bíblico tiene algunos textos bastante críticos de los extranjeros, y otros claramente aperturistas. Los seguidores de Jesús, judíos ellos -Pedro y Pablo especialmente- tuvieron en cuenta estos últimos textos, y destacaron que los extranjeros, paganos y bárbaros estaban también convocados a integrarse al Israel de los últimos tiempos. Nadie quedaba excluido del gran banquete con que imaginaban el encuentro entre Dios y los suyos. En esa mesa "para todos" se podía ver patente a Dios que reinaba como un padre maternal. Sólo quedaba excluido de la gran mesa, aquel que se negaba a ver en los otros verdaderos hermanos y hermanas. Fueran samaritanos o publicanos, pobres o leprosos, bolivianos o paraguayos. Y quien se vuelva incapaz de reconocer el rostro del hermano en el despreciado no puede compartir la mesa fraterna, es más probable que pase un camello por el ojo de una aguja, algo a simple vista imposible.

En el pesebre que hicimos en nuestra parroquia, comparamos la huida a Egipto de María, José y el niño, huyendo de la violencia sanguinaria del poderoso Herodes, con todos aquellos que deben salvar sus vidas de la violencia, del hambre, de la desocupación. Resulta cruel e irónico escuchar la rabia mediática que da cuando una turista argentina es "rebotada" en el aeropuerto de España por "sudaca", y que no se revuelvan las tripas de compasión ante los hermanos bolivianos, peruanos, paraguayos, chilenos, uruguayos, particularmente que nos acompañan en el camino de la vida, maltratados en los estadios de fútbol y ahora por las balas y los insultos.

Dany comparaba al extranjero con Abraham; quiero compararlo también con Jesús de Nazaret. Todo lo que hicimos con nuestros hermanos despreciados, tenidos por insignificantes, lo hicimos con él; lo dice claramente el evangelio de Mateo. Y en estas actitudes, y ante la xenofobia pseudo-politizante de discursos "porteños" no puedo menos que manifestar mi rechazo, y celebrar al Jesús que nace en un pesebre, entre marginados y desprecio, que sigue siendo "buena noticia" para los pobres y nos invita a mirarlos siempre a ellos -como brújula segura- para saber dónde debemos quedar los que nos llamamos cristianos.

Pbro. Eduardo de la Serna dr. en teología

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