02 diciembre 2010

Evangelio según San Mateo 15,29-37.

Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?". Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados". El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.

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La Didajé (entre 60-120), catequesis judeo-cristiana


«Que así también la Iglesia desde los extremos de la tierra se reúna en tu Reino»


Sobre la Eucaristía, dad gracias con estas palabras. Primero sobre el cáliz: «Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo. Tú nos la has revelado por Jesús, tu siervo. ¡Gloria a ti por los siglos. Amén». Después sobre el pan partido: «Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos has revelado por Jesús, tu siervo. ¡Gloria a ti por los siglos! De la misma manera que este pan que partimos, anteriormente diseminado por las colinas, ha sido recogido para no hacer más que uno solo, que así también tu Iglesia sea reunida de los extremos de la tierra en tu Reino. ¡A ti la gloria y el poder por los siglos. Amén! Que nadie coma ni beba de vuestra eucaristía si no está bautizado en el nombre del Señor...

Después de haberos saciado, dad gracias así: «Te damos gracias, oh Padre santo, por tu santo nombre que has hecho habitar en nuestros corazones, por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has revelado por Jesús, tu Hijo. ¡Gloria a ti por los siglos. Amén! Eres tú, Señor todopoderoso, que has creado el universo, para alabanza de tu nombre; has dado a los hombres las delicias del alimento y bebida para que te den gracias. Pero a nosotros, nos has hecho la gracia de un alimento celestial y de una bebida espiritual, y la vida eterna, por Jesús, tu siervo».

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