20 septiembre 2010

Evangelio según San Mateo 9,9-13.

Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
 
 
Leer el comentario del Evangelio por
San Ireneo de Lión (hacia 130-hacia 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, III, 11,8; 9,1

Una de las primeras atestaciones históricas de los evangelistas

Los apóstoles, que poseían todos de manera igual y cada uno en particular, la Buena Noticia de Dios, se fueron hasta los confines de la tierra proclamando la buena noticia de los bienes que Dios nos envía y anunciando a los hombres la paz del cielo (Lc 2,14). Precisamente Mateo, hizo aparecer en su propia lengua, una forma escrita de evangelio dirigida a los Hebreos, justamente cuando Pedro y Pablo evangelizaban Roma y fundaban allí la Iglesia. Después de su muerte, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro (1P 5,13), también por escrito nos transmitió la predicación de Pedro. E igualmente Lucas, el compañero de Pablo, consignó en un libro el evangelio que éste predicaba. Mas adelante Juan, el discípulo del Señor, el que reclinó su cabeza sobre su pecho (Jn 13,25), publicó también, durante su estancia en Éfeso, el evangelio.

En su evangelio, Mateo nos narra la generación de Cristo como hombre: «Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán: el nacimiento de Jesucristo fue de esta manera» (Mt 1,1-18). Este evangelio presenta pues a Cristo bajo su forma humana; por eso en él Cristo se presenta siempre con sentimientos de humildad y siempre como hombre benigno... El apóstol Mateo sólo conoce a un único y mismo Dios que prometió a Abrahán que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo (Gn 15,5) y que a través de su Hijo, Jesucristo, nos llama a pasar del culto a las piedras a su conocimiento (Mt 3,9), de manera que «el que no era un pueblo pasa a ser su pueblo, y la que no era amada se convierte en la amada» (Os 2,25 ; Rm 9,25).

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