30 agosto 2010

San Peregrino Laziosi

Patrono de los enfermos de Cancer " 4 de mayo "

San Peregrino Laziosi nació en Forlí, Italia, en el año 1265 y allí transcurrió su infancia y su juventud en tiempos difíciles, marcados por guerras civiles y también por rebeliones contra el Papa. Durante ese tiempo, Fray Felipe Benicio era el Superior General de los Siervos de María y visita el convento del lugar para animar a los religiosos a una vivencia más plena del Evangelio; llegó allí no sólo como visitador de la Orden, sino también como embajador del Papa, para exhortar a la gente a la obediencia y sumisión. Su tarea no tuvo buenos resultados e incluso fue obligado a abandonar la ciudad no solo por las autoridades del lugar sino por un grupo de jóvenes entre los que se encontraba Peregrino. Pero, este muchacho bastante desenfrenado, atrevido, orgulloso y jactancioso, después de aquel acontecimiento realizó un cambio profundo en su vida; a tal punto, que se puso bajo la protección de la Virgen Maria e inició un proceso de conversión. Un día se dirigió a la iglesia de Santa Maria de la Cruz. Se detuvo largo tiempo, con una actitud devota, ante la imagen de la Virgen María y le suplicó que se dignara mostrarle la vía de su salvación. De inmediato se le apareció la bienaventurada Virgen , y le habló de la siguiente manera: “Yo también deseo, hijo mío, dirigir tus pasos en el camino de la salvación” y así, la Virgen a pasó a ser su Señora y Maestra. Ella le inspiró la vocación de servicio, de amor a Dios y al prójimo, lo fue guiando en la lectura asidua de la Palabra de Dios y en el seguimiento de Cristo.

A los 30 años de edad, todo esto lo llevó a solicitar el ingreso en la Orden de los Siervos de María para iniciar su vida religiosa. Una vida que desempeñó siempre con alegría, generosidad y caridad; entregándose al trabajo con los más humildes, los enfermos y sus familiares, a quienes los visitaba y acompañaba en el sufrimiento. A todos los fortalecía con sus oraciones y su cercanía. A los 60 años, debido a sus largas penitencias (ayunos, dormir en la tierra, y especialmente el estar de pie por mucho tiempo), contribuyeron a que contrajera una enfermedad cancerosa en la pierna derecha.

Paolo Slaghi, que era el médico de confianza de la Orden de los Siervos de María y quien atendía periódicamente a Peregrino intentando curar su pierna enferma, sugiere al cabo de un tiempo de tratamiento sin obtener buenos resultados, que debía amputar este miembro para no sacrificar la vida de la persona, pues el cáncer se propagaba cada vez más, incluso hasta provocar que su cuerpo emitiera un olor tan desagradable que era intolerable, aún para los que lo asistían. Y fue así que, durante la noche anterior a la amputación, después de haber reflexionado largamente sobre aquella decisión, Peregrino recurrió a Jesucristo, su Salvador. Se levantó como pudo y por sí solo se arrastró con fatiga hasta la sala capitular, donde se encontraba una gran imagen de Jesús crucificado; a Él se dirigió suplicante. Y atormentado por la enfermedad y el cansancio, se durmió, y durante el sueño vio a Jesús crucificado descender de la cruz y librarlo de todo el mal de su pierna. Al momento despertó, y se dio cuenta de que su pierna estaba sana y robusta como si nunca hubiera estado enferma. Después de dar gracias al Dios todopoderoso por tan extraordinario don, regresó a su habitación.

A la mañana siguiente, apenas amaneció, llegó el médico para realizar la operación y fue tremendo su asombro al comprobar que ningún tumor ni cáncer aquejaba ya a Peregrino, y dijo a sus asistentes: “¡Qué gran milagro!”.

Muy pronto la fama de tan singular acontecimiento se propagó ampliamente y causó una grandísima veneración de todos hacia el amigo de Dios, Peregrino. Él, fortalecido aún más por este evento, siguió con todas sus fuerzas el camino del Señor. Peregrino murió en Forlí, su ciudad natal, el año 1345, a la edad de 80 años, por causa de una fiebre muy alta. Apenas después de la muerte de Peregrino, su cuerpo inanimado exhaló un suavísimo perfume, y los presentes quedaron

maravillados de aquella extraordinaria fragancia. Mientras la sagrada morada de aquella alma ya triunfante yacía en el féretro, la muerte del santo era ya conocida por todos los habitantes de Forlí, como si hubiera sido anunciada por un mensajero. La fama de aquel Siervo de Dios fue tan grande que debieron ser abiertas las puertas de la ciudad por la multitud que acudía al lugar y no faltó la confirmación mandada desde el cielo de la santidad del beato Peregrino, a través de sus milagros.



Actualmente, su cuerpo se conserva incorrupto en la Iglesia de los Siervos de María en Forlí. Peregrino fue santificado por el papa Benedicto XIII en el año 1726.

Popularidad de San Peregrino:

Gracias al apostolado de los Siervos de María, la devoción a San Peregrino se propagó en muchos lugares.

Italia, Hungría, Austria, África, Alemania, España, Brasil, Estados Unidos, Islas Filipinas y en nuestro país Argentina.


Letanías a San Peregrino Laziosi

Supliquemos al Señor Altísimo,
que se incline sobre el dolor del hombre,
e invoquemos a San Peregrino,
siervo suyo y patrono nuestro.


Dios Padre Celestial.                              Ten piedad de nosotros
Dios Hijo Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo Paráclito.
Santísima Trinidad que eres un solo Dios.

Santa María, Madre de Dios.                    Ruega por nosotros
Nuestra Señora de los Dolores.
Salud de los enfermos.

San Peregrino, Siervo de Santa María             Ruega por nosotros
San Peregrino, ejemplo de devoción mariana
San Peregrino, patrono de los enfermos oncológicos
San Peregrino, solidario con los enfermos y los pobres
San Peregrino, esperanza de los que en ti confían.

Por todos los enfermos de cáncer                Ruega por nosotros
Por todos los que carecen de salud
Por todos los que se consagran al apostolado de los enfermos
Por los que se dedican a la investigación para desterrar las enfermedades

Cristo, óyenos                              Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos                        Cristo, escúchanos
Cristo, atiéndenos                          Cristo, atiéndenos


Fuerza Emigdio, no estas solo. 
Bendiciones

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