28 septiembre 2009

Virgen de lujan III

Textos Del Documento De Puebla

232 Nuestro pueblo ama las peregrinaciones. En ellas, el cristiano sencillo celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de una multitud de hermanos, caminando juntos hacia el dios que los espera. Tal gesto constituye un signo y sacramental espléndido de la gran visión de la Iglesia, ofrecida por el Concilio Vaticano II: la Familia de Dios, concebida como Pueblo de Dios, peregrino que avanza a través de la historia, que avanza hacia su Señor.

234 ...la Iglesia se encuentra... en mejores condiciones aún para reafirmar gozosa su realidad de Pueblo de Dios ...Nuestros pueblos viven momentos importantes de encuentro consigo mismos, redescubriendo el valor de su historia, de las culturas indígenas y de la religiosidad popular. En medio de este proceso se descubre la presencia de este otro pueblo que acompaña en su historia a nuestros pueblos naturales. Y se comienza a apreciar su aporte como factor unificador de nuestra cultura, a la que ricamente ha fecundado con savia evangélica. La fecundación fue recíproca, logrando la Iglesia encarnarse en nuestros valores originales y desarrollar así nuevas expresiones de la riqueza del Espíritu.

238 Nuestro pueblo latinoamericano llama espontáneamente al templo “Casa de Dios”, porque intuye que allí se congrega la Iglesia como “Familia de Dios”. Es la misma expresión utilizada repetidamente en la Biblia y también por el Concilio, para expresar la realidad más profunda e íntima del “ Pueblo de Dios” ( Sal 60, 8; Dt 32,8 ss; Ef 2,19;Rom 8,29)

241 De la filiación en Cristo nace la fraternidad cristiana. El hombre moderno no ha logrado construir una fraternidad universal sobre la tierra, porque busca una fraternidad sin centro ni origen común. Ha olvidado que la única forma de ser hermanos es reconocer la procedencia de un mismo Padre.

267 En la fuerza de la consagración mesiánica del Bautismo, el Pueblo de Dios es enviado a servir al crecimiento del Reino en los demás pueblos. Se le envía como Pueblo profético que anuncia el Evangelio o discierne las voces del Señor en la historia. Anuncia donde se manifiesta la presencia de su Espíritu. Denuncia dónde opera el misterio de iniquidad, mediante hechos y estructuras que impiden una participación más fraternal en la construcción de la sociedad y el goce de los bienes que Dios creó para todos.

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