28 septiembre 2009

Virgen de Lujan I


Luján

La devoción a la Virgen ha marcado la identidad cultural de nuestro pueblo, en particular a la República Argentina la ha marcado la Virgen de Luján. El milagro de Luján se remonta a 1630, la prehistoria de nuestra Patria.

El hecho del milagro de Luján tiene como característica el silencio: la Virgen no habló. Estaba de paso, peregrinando hacia el Norte y quiso quedarse. Sin palabras. Con esas dos dimensiones tan propias del hombre: peregrinar y arraigar. La maternidad de la Virgen María tiene en nuestra tierra 373 años.

También Luján es un cruce natural de caminos, un punto de encuentro, aún desde lo sociológico quienes se encuentran en Luján no lo harían en ningún otro lado.

Desde 1975 los jóvenes de la Iglesia empezaron con esta Peregrinación Juvenil a pie bajo el lema “La juventud peregrina a Luján por la Patria”: tal como ocurrió en el milagro de Luján en silencio, con la contundente palabra que es la presencia.


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Peregrinar

“Peregrinar es tan viejo como el hombre, un fenómeno humano permanente” en todos los tiempos, un recurso del hombre para expresar y dar respuesta a una inquietud, a una búsqueda. No es caminar por deporte. Es caminar tras de eso otro cuya ausencia inquieta, atrae y se busca; es —finalmente— hacerlo por algo “trascendente”, “divino”. Algo distinto al hombre pero que el hombre necesita. Y el hombre lo busca en un lugar donde “eso divino” ha tenido algún modo de presencia o manifestación. Y lo busca de un modo humano. Un modo humano que implica caminar hasta ese lugar e intentar el contacto más inmediato posible.

Las peregrinaciones tienen en la Iglesia una muy antigua tradición. La forma más tradicional de la peregrinación es “caminar solo o en grupo, hacia un lugar sagrado”, con antecedentes en el Pueblo de Israel. Pero el caminar hacia una meta es imagen de algo más profundo: la vida es movimiento y, si tiene sentido, es siempre caminar hacia un objetivo, un ideal. Porque el ser del hombre es más un 'no-soy-todavía' que una existencia realizada y, por eso, necesita avanzar, caminar, andar.

Peregrinar es un modo peculiar de encontrarse con Dios: los peregrinos marchan orando con sus pasos y con sus cuerpos, con sus voces y con sus cantos, con sus cansancios y sus pies dolidos, y con su corazón fijo en la meta. Es la “oración del pobre” que lleva a la presencia de Dios y de la Virgen María lo que tiene y lo que es. El peregrinar tiene el “ritmo del corazón”.

La diferencia entre peregrinar y caminar es que el peregrino lo hace en presencia de Dios hacia un lugar santo. Es un acto que involucra la Fe. Se peregrina hacia adelante y hacia adentro. Peregrinar es, entonces, una metáfora de la vida.

En particular, la peregrinación a Luján, es signo de una identidad profunda: con todo cuanto de pobreza hay, no son los peregrinos una sumatoria de individuos sino un pueblo que sabe cuál es su destino y que camina en comunidad.

Gacetilla de prensa

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