23 septiembre 2009

Benedicto XVI nos recuerda que:


El discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra
de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de
la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son
como las dos caras de una misma medalla: cuando el
discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de
anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12).
En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no
hay esperanza, no hay amor, no hay futuro.


Esta es la tarea esencial de la evangelización,
que incluye la opción preferencial por los pobres,
la promoción humana integral y
la auténtica liberación cristiana.

( Documento de Aparecida Nº 146)

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