Por Carlos Vallés, S.J.
"Usted le ha dado mucho a la India, le ha dado su trabajo, su vida, sus libros que tanto bien han hecho a tantos; y ahora le pregunto yo en curiosidad recíproca: ¿Qué es lo que la India le ha dado a usted a cambio?... La India me ha agrandado el concepto que yo tenía de Dios, y eso es lo mejor y más grande que por mí podía haber hecho"...... El concepto que tengo de Dios es lo que en definitiva preside mi vida y marca mis convicciones... Dime a qué Dios adoras, y te diré quién eres. Y eso no sólo de religión a religión, sino dentro de un mismo credo y un mismo bautismo. Dime cómo concibes a Dios, cómo lo llamas. Cómo le rezas, cómo te lo imaginas cuando le hablas, cómo interpretas sus mandamientos y reaccionas cuando los quebrantas; dime qué esperas de él en esta vida y en la otra, qué sabes de él y has leído de él y crees de él..., dime todo eso y me habrás contado la biografía de tu alma. La idea que una persona tiene de Dios es el compendio de su propia vida.... Toda una generación de creyentes ha aprendido un concepto legítimo pero limitado de Dios (todos los conceptos humanos de Dios son limitados); se encuentran, por educación o por carácter, sin posibilidad de alternativa o voluntad de ampliación en su rígida catequesis y, al encontrar situaciones en la vida que no encajan con ese concepto, dejan el concepto y dejan a Dios. Es decir, dejan al Dios que conocía. Si lo hubieran conocido mejor, no lo habrían dejado. Hay que ampliar la catequesis, hay que abrirle ventanas al alma, hay que dejar a Dios ser Dios. La mejor manera de contrarrestar el ateísmo - misión de misiones en el mundo de hoy (y quizá de siempre) - es entender mejor a Dios.
"No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto" (Ex 20, 4-5)Este mandamiento, segundo en las tablas de Moisés, no sólo prohibe imágenes de otros dioses, los dioses falsos de las tribus vecinas y rivales de Israel, sino, con mayor profundidad y urgencia, prohibe y prescribe para siempre imágenes de Yahvé mismo. Israel ha de ser distinto de los pueblos de lo rodean, no ha de limitar o circunscribir a Dios, no ha de conformarse con un dios de las cosechas y un dios de la guerra, con un dios concreto y finito que puede pintarse y esculpirse para decir de una vez en piedra y en color lo que ese dios es y lo que puede hacer. No. Israel dejará libre a su Dios para que sea lo que es ('Yo soy el que soy') y haga lo que le plazca hacer en cada circunstancia.Jeroboam quedó en la historia de Israel como el causante de su ruina, y siempre que se menciona su nombre en el texto sagrado se le añade el estribillo infame 'Jeroboan, que enseñó a Israel a pecar'. El pecado fue el hacer una imagen de Yahvé para que el pueblo la adorara.Y ahora hay que decir que nosotros también, junto con la mayoría de los israelitas a la muerte de Salomón, somos seguidores de Jeroboam. Nos hemos apuntado a Dan y a Betel, nos hemos hecho becerros de oro, nos hemos fabricado imágenes de Dios mucho más peligrosos que el oro y la plata, porque son imágenes sutiles, conceptos mentales, definiciones escolásticas, jaculatorias encendidas que atesoramos y usamos y forman parte de nuestra vida y nuestra cultura, ideas necesarias y expresiones inevitables sin las cuales no podemos gobernar nuestra conducta ni dirigir nuestro pensar, pero que, al ser limitadas, desdicen de su objeto y estrechan nuestras miras. Por muy puro que fuera el oro de la imagen de Yahvé, la imagen no llegaba al modelo. Como tampoco le llegan nuestras imágenes mentales. Y las imágenes de Yahvé dividen a Israel, como los conceptos de Dios y de su obra dividen hay a las iglesias.
No se trata de perder confianza en la inteligencia humana, y menos aún de evitar el dogma que define al verdad necesaria; pero sí de ser conscientes de la limitación inherente a la palabra, para saber usarla con delicadeza y trascenderla con abnegación. No hay que atarse a un becerro de oro. Hay que seguir adelante. Después del Génesis viene el Exodo: hay que 'engendrar'... y hay que 'salir'; hay que concebir el concepto y vivir la realidad de Dios de la manera que nos sea dada; y hay que estar dispuestos también a ir más allá de ella, por grata que nos sea y por familiar que se nos haya hecho, para ampliar vivencias y ensanchar miras sobre lo que nunca acabaremos de abarcar.-...Los primeros misioneros se escandalizaron ante la multitud de dioses del panteón hindú (trescientos treinta millones es la cifra oficial)... Lo que aquellos grandes misioneros no sospechaban es que la multiplicidad de imágenes no era más que otra manera (aparentemente opuesta, pero idéntica en realidad) de decir lo mismo que la prohibición de imágenes había querido decir en otra tierra y en otras escrituras: que a Dios no hay imagen que le haga justicia y que, por consiguiente, o no se hace ninguna o se hacen miles, para que su misma multiplicidad declare la imposibilidad de describirlo, y la trascendencia de Dios quede salvaguardada por la infinidad de los colores.... decir que Dios tiene mil nombres es lo mismo que decir que no tiene ninguno o, en frase nuestra, que tiene un nombre 'que está sobre todo nombre', y ante él cabe o el silencio total o la letanía prolongada, donde mil simboliza lo eterno, y cada nombre manifiesta su legitimidad al ser pronunciado y su fracaso al tener que dar paso al siguiente. Cada nombre trae consigo el mensaje de que él representa un rasgo auténtico de quien no tiene rasgos y, al mismo tiempo, de que tras él ha de venir otro nombre que lo complete, porque él es limitado, breve, finito. Cada nombre afirma y niega, habla y se calla, viene y se va.....Los mil nombres, cuya misión era el recordarnos que no había nombre con qué nombrar a Dios, se convierten ahora ellos mismos en un nombre, más largo y más solemne, pero, al fin y al cabo, un nombre completo, redondo, final. La gente aprende los mil nombres de memoria, los recita mecánicamente a ritmo de rosario, los repite sin fijarse en lo que dice, los convierte en fórmula, en sortilegio, en mantra, en imagen. La teología se hace catálogo, y la devoción se convierte en rutina.... la nueva idea, que era primero conquista de una nueva faceta del Dios que no tiene faz, se convierte pronto ella misma en imagen fija, en rutina, en ídolo. La foto, que nos encantó al verla por primera vez, se hace página del álbum... Así es como los conceptos se marchitan al archivarlos en la memoria.
Venid y vedCuando digo 'concepto', digo 'experiencia'. No se trata de conceptos abstractos, sino de experiencia vivida. O más bien de todo junto, ya que la idea influye en la conducta, y la conducta moldea la idea. En lenguaje bíblico 'conocer' a una persona significa tratarla, hasta el punto de que 'conocer' un hombre a un mujer es tener relación sexual con ella. El concepto de una persona nace y se forja en el trato social y familiar con ella. El concepto de Dios es inseparable de la experiencia de Dios....En la India, al hablar de Dios, hay una palabra inevitable: darshan. Quiere decir 'visión', y se aplica por excelencia a la visión de Dios... en este mundo. Visión, contacto, experiencia. Esa es la meta de toda la actividad religiosa y el sello de autoridad para hablar de Dios. Quien haya 'visto' a Dios tiene derecho a hablar de él, y el que no, que se calle. La gente entra en materia y, con la misma naturalidad con que te preguntarían '¿Ha leído usted a Tagore?', te preguntan '¡Ha visto usted a Dios?'. Yo me irritaba en mis primeros años ante esta pregunta, y contraatacaba con argumentos accidentales de que lo que importa es la fe, la oscuridad, la prueba de confianza que le damos a Dios al creer sin más en su palabra, la recomendación que nos dio Jesús mismo en respuesta a Santo Tomás: 'Bienaventurados los que no vieron... y creyeron'. Mis interlocutores me oían con educación, se callaban y cambiaban de conversación. No había darshan..."
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