27 agosto 2008

Catequista: Vocación a la Alegría

Catequista: Vocación a la Alegría
“La alegría de ustedes nadie podrá quitársela” (Jn 16,22)

Todo encuentro con el Señor es anunciado en términos de alegría: «He aquí que les anuncio una gran alegría» (Lc 2,10).

La Palabra de Dios es siempre una «buena noticia»: “Evangelio” = Buena-noticia: Toda comunicación catequética es siempre un «evangelio», es decir, una «buena noticia», por el contenido que nos ofrece, por la meta que nos propone y por las normas de vida que nos presenta.

La alegría cristiana es una dimensión permanente de la catequesis que no puede hacer que dependa de los estados de ánimo del catequista, de su temperamento o de su carácter. En realidad, es una actitud interior que no depende de factores externos, sino que tiene su raíz en la relación con Dios.

No siempre resulta fácil tener que presentarse en la catequesis con la alegría en el alma y con la sonrisa en los labios, con el corazón lleno de entusiasmo, pero debes hacerlo más allá de que el mensaje resulte más atrayente, sino sobre todo porque la alegría es un componente fundamental del ministerio catequético.

Pero, ¿a que tipo de alegría nos referimos?

A la alegría del corazón de Cristo. La alegría del catequista no proviene de si correspondan nuestros catequizandos, (esta sería una alegría que depende de una recompensa y un premio al esfuerzo.)

La alegría cristiana sólo se comprende en la fe, porque no es una conquista, sino es un don del Espíritu.

Es uno de los «frutos del Espíritu» (Gal 5,22). Podemos decir que «la alegría cristiana» es participación espiritual en la alegría de Jesús. La alegría de Jesucristo consiste:

En sentirse amado por el Padre (Jn 17,24);
En dar gloria al Padre a través del ministerio de la Palabra (Jn 17,4);
En sentirse en comunión con el Padre (Jn 14,10);
En cumplir la voluntad del Padre (Jn 14,3 1).

Es una alegría que proviene del Padre y se manifiesta en las diversas circunstancias de la vida, incluso en el dolor y en la prueba.

La alegría del catequista consiste en desempeñar su ministerio en comunión de vida con Cristo; es decir, en saber que el Señor le acompaña y está cerca de él en su servicio de anuncio de la salvación.

La alegría cristiana lleva siempre el sello pascual, porque se remite siempre al anuncio de la resurrección del Señor, que es su motivo central.

La pascua es el alegre anuncio, la buena noticia que el Padre nos ofrece en Jesucristo.

La alegría pascual debe ser una realidad cotidiana, en el sentido que se propone como programa de vida de cada día, se anuncia al Señor vivo presente en medio nuestro y al que hay que descubrir y proclamar.

Para el cristiano, todos los días son pascua; más aún, él mismo debe ser signo válido de la pascua del Señor.

El Catequista debe llevar al catequizando a que viva el encuentro con el resucitado, ante todo en el interior de la propia experiencia.

¿Vivo con la alegría del corazón de Cristo el llamado a evangelizar? ¿Qué puedo hacer para vivir esta vocación desde Jesús? (Alabando al Padre, haciendo su voluntad , permaneciendo en él.)

Te invito a que hagas esta oración:

Señor, Jesús, creo que has resucitado
y que vives con nosotros.
Te doy gracias porque deseas que colabore en la obra de la redención.
Ayúdame a mirar con tus ojos,
a juzgar con tu inteligencia, a obrar con tu corazón.
Hazme eco de tu voz, reflejo de tu estilo de vida,
instrumento de tu gracia.
Señor Jesús, revélate una vez más a través de nosotros.
Que quien nos vea, quien nos escuche,
quien trate con nosotros, se percate de que
verdaderamente has resucitado y pasas tus días con nosotros,
para la salvación y la alegría de todo el mundo.

¡Feliz día, catequista!

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