La misma sociedad que produce importantes avances tecnológicos y científicos, es la que por otro lado, genera nuevas discapacidades físicas, psicológicas y sociales, una situación que interpela profundamente.
Por Daniel E. Benadava
En este sentido las Naciones Unidas sostiene que las
personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias
físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al
interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena
y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás.
Pero
tanto en lo referente a la discapacidad como en lo concerniente a otras
realidades, parafraseando a Eduardo Pavlovsky, resulta imprescindible
socavar sin temor los obsoletos edificios de sentido de un lenguaje
que no nos sirven más para expresar nada ya que, estando colmados de
palabras vacías de conferencias y simposiums, tienen olor a trampa, a
impudicia y a corrupción por todos los rincones.
Continuando
con esta línea de pensamiento, hoy en día muchos/as consideran que la
definición “convencional” de discapacidad es -en el mejor de los casos-
deficitaria ya que deja por fuera de ella a millones de personas que en
un “sentido amplio” del término también pueden considerarse
discapacitadas.
Desde esta perspectiva se entiende que la discapacidad no alude únicamente a las deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales
que tiene una persona sino que, por el contrario, el término también
podría ser aplicado a quienes son “víctimas” de una sociedad que a
través de diferentes mecanismos las discapacita para desarrollarse
plenamente como seres humanos.
Una sociedad de exclusión y padecimiento.
Según Alfredo Grande los
barrios llamados margínales, villas de exclusión o asentamientos
precarios se han transformado en verdaderos campos de concentración de
las democracias, “ciudades de Dios” donde se cultivan y fertilizan todas
las semillas que serán demonizadas cuando den los frutos de la
inseguridad.
Evidentemente quienes habitan en los barrios llamados marginales
no sufren una discapacidad física o psíquica sino que, por el
contrario, padecen las consecuencias de vivir en un sistema político que
(por el solo hecho de ser pobres o indigentes) los deshumaniza y
convierte en discapacitados sociales para conseguir un trabajo, tener una vivienda digna, acceder a una educación de calidad y a los mínimos servicios sanitarios.
Desnutrición mutilante
Dentro de los discapacitados sociales
se encuentran aquellos los niños/as que viven en zonas humildes y están
hambrientos de comida y abrazos, sedientos y necesitados de caricias y
afectos que cubran sus cuerpos que son como “naranjos en flor” mutilados
que nunca podrán desarrollarse en plenitud. En otras palabras, son
niños/as que están socialmente discapacitados/as para sonreír, amar y
crecer saludablemente
En el
caso de que la muerte no los sorprenda prematuramente por falta de
nutrientes o cariños, a éstos niños/as -parafraseando a Alberto
Morlachetti- ya sea porque no pueden desarrollar sus neuronas o su
capacidad de amar, la desnutrición los deja mutilados y los condena a
tener las miradas pérdidas y a transitar por vejeces prematuras.
El exterminio del paco
El
sistema social contemporáneo, además de crear discapacidades, tiene
preparado el antídoto para los “males” que siembra. En efecto, a
todos/as quienes discapacita para vivir dignamente -con la implícita
complicidad de las autoridades de turno- les ofrece a módicos precios
diferentes sustancias tóxicas entre las cuales, por ejemplo, esta la
llamada pasta base. Y a través de este desecho de la cocaína la vida de
millones de seres -que son únicamente "culpables" de haber nacido en un
lugar estigmatizado socialmente- naufraga rápidamente hacia la nada.
Represión de la pobreza
Pero
si los pobres no consumen drogas que detienen el palpitar de sus
corazones, o su desarrollo no es mutilado por falta de nutrientes, y
deciden “cuestionar” a la estructura social que los discapacita para
desarrollarse como seres humanos, es común que el sistema utilice a las
fuerzas de seguridad que en supuestos “enfrentamientos” acaba con sus
vidas.
Por
desdicha, o mejor dicho por responder a diferentes grupos económicos que
constituyen el andamiaje sobre el cual se sostiene nuestra sociedad
estructuralmente discapacitante, los grandes medios de comunicación
nunca reflejan estos hechos u ocasionalmente aparecen en la crónica roja
de la prensa local.
El modelo extractivo
Dentro
de esta maquinaria social discapacitante no puede dejar de mencionarse
las consecuencias de la explotación minera a cielo abierto y el
monocultivo de soja. Ambas actividades, que hoy se realizan de manera
cada vez más intensiva, tienen un alto impacto en varios sectores de la
población, a causa de la desmedida utilización del agua, de la
contaminación del medio ambiente, y el uso de potentes agrotóxicos.
Además provocan la expulsión de pueblos y comunidades en pos de estos
grandes negociados. Y a la vez, aparecen enfermedades
gastrointestinales, bronco pulmonares, dermatológicas, degenerativas,
cancerígenas que, lejos de estar relacionadas con el devenir de la vida,
se vinculan directamente con un sistema económico que privilegia el
capital por sobre la salud humana.
Desde una perspectiva cristiana.
La
misma sociedad que produce importantes avances tecnológicos y
científicos, es la que por otro lado, genera nuevas discapacidades
físicas, psicológicas y sociales. La situación nos interpela
profundamente, tanto por la urgencia de encontrar respuesta a la
problemática que sufre muchísima gente, como así también por la
necesidad de defender proféticamente el derecho y la justicia de todos
los seres humanos, en especial, los más desprotegidos..
En
este contexto, como cristianos podríamos leer a Frei Betto quien frente
al sistema político económico en el que vivimos, que muchas veces se
convierte en discapacitante de millones de seres humanos, “aconseja” evitar
el solipsismo, el individualismo, la nefasta soledad. Religarnos a lo
más profundo de nosotros mismos, ahí donde se cultivan los bienes
infinitos; a la naturaleza, de la cual todos somos expresión y
conciencia; al prójimo, de quien inevitablemente dependemos; a Dios, que
nos ama incondicionalmente.
Y en ese andar, con la maternal compañía de la Virgen pobre de Nazaret que –parafraseando a Federico García Lorca- con salivilla de estrella cura a los desprotegidos y discapacitados de nuestras comunidades, podremos construir una sociedad más humanizadora y menos discapacitante.
2 comentarios:
Creo que eres muy valiente al hacer una valoración de nuestras sociedades, pero creo que falta una conclusión cristiana del problema: los cristianos tienen que ayudar a no permitir esas discapacidades sociales. Y la única forma es dar nuestro tiempo y esfuerzo para ayudar a salir de la modorra y la incultura, desde la base de la niñez, hasta los jóvenes. No basta conque denunciemos, pues eso sólo nos pone en lugar de incendiarios y comunistas, sino que tenemos que hacer esfuerzos por ayudar de forma efectiva a la sociedad en la que nos movemos. No tiene que doler el amor, como decía Madre Teresa, para amar a esos desechos humanos, a esos desheredados de la sociedad. Un abrazo en Jesús y María.
Mil disculpas con la demora de una devolución, pero es que coincido con vos en lo que decís. La idea del blog es solo un medio más de mis pensamientos y valores. La conclusión la tienen que hacer ustedes los lectores con sus obras, yo no soy quien para decir hace esto u/o lo otro, te recuerdo que Dios nos hizo libre. Desde ya muchas gracias por tus comentarios y espero que te siga moviendo algo en el estómago, cada nota que pongo es un llamado a la conciencia o a la reflexión, si se puede decir es mirar las cosas que nos rodean desde otro lado.
Te comento que fui animador de un grupo de jóvenes y ahora formo parte del grupo de Confirmación. Bendiciones y hasta la próxima critica. Gracias
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