27 agosto 2013

Un Dios que reina

Eduardo de la Serna


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Por las huellas del camino,
por los senderos y arena,
una sombra nos convoca,
una palabra resuena.
Multitudes tras sus pasos,
tras una cruz de madera.

Un reino que está empezando,
que por los pobres se juega,
con mujeres a su lado,
y con los que otros desprecian,
con niños y publicanos
pues entre ellos Dios reina.

Y van caminando juntos,
sin nadie que presidiera,
y van poniendo cimientos
de una historia verdadera.

Dios reina cuando hay hermanos,
cuando hay hermanas de veras,
y esa es Buena Noticia
-no la noticia cualquiera
que el imperio nos proclama
para que todos la crean;
que la pax romana está cerca
si no levantan cabeza
y si alguno la subvierte
¡ya sabe la que le espera!-

Por caminos galileos,
esta noticia sí es buena:
los pobres, los alienados,
la humanidad toda entera,
tiene un papá de ternura
que se nos da a manos llenas,
un Dios mamá que a su lado
comparte el mate que ceba
en la ronda de los hermanos,
en la casa de todos, llena.

Dios reina cuando a sus hijos
nadie abandona o desprecia,
cuando el último es primero
y al humillado respeta;
cuando el que es rico comparte,
cuando ya nada le queda
más que salir al encuentro
de aquel que es y no era.

Dios reina donde hay banquete
y nadie se queda afuera,
salvo el que quiera quedarse
sin compartir vida y fiesta.

Y esa sala para todos
casa de puertas abiertas,
se muestra visiblemente
en la Iglesia Nazarena,
que no es la de Constantino
-¡válgame Dios si lo fuera!-
sino Iglesia de los pobres
signo del reino, y partera
de un hombre, un mundo, una historia,
una vida que siempre es nueva.

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