José Míguez Bonino (Rosario, 5 de marzo de 1924 - 30 de Junio de 2012 ) teólogo argentino.
Hijo de trabajadores inmigrantes, padre gallego y madre italiana, que
ingresaron a la Iglesia Metodista, en la cual José Miguez participó
activamente desde su juventud.
Hizo sus estudios universitarios en
Buenos Aires, en la Facultad Evangélica de Teología, entre 1943 y 1948,
participó del trabajo eclesial en Bolivia y tras obtener la licenciatura
ejerció el pastorado en Mendoza. Viajó a Estados Unidos, para estudiar
una maestría en la Candler School of Theology, de Atlanta. Fue profesor
de Teología dogmática, en Buenos Aires entre 1954 y 1958. Luego estudió
en el Union Theological Seminary de Nueva York, donde obtuvo el
doctorado en 1960, con una tesis acerca del ecumenismo.
Fue nombrado
Director de la entonces la Facultad Evangélica de Teología, en 1961 que
al unirse con la Facultad Luterana de Teología formó lo que es ahora el
Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos ISEDET, en el cual
se desempeñó como director de estudios de postgrado. Mientras tanto,
fue también pastor titular yo pastor asociado de la Iglesia Metodista de
Buenos Aires. Durante el Concilio Vaticano II fue el único observador
protestante latinoamericano.
Entre 1961 y 1977 hizo parte del
Movimiento Ecuménico de Comisión de Fe y Doctrina del Consejo Mundial de
Iglesias (CMI) y en entre 1975 y 1983 fue uno de los integrantes de la
Presidencia del CMI. Fue también secretario ejecutivo de la Asociación
Sudamericana de Instituciones Teológicas entre 1970 y 1976. En 1994, a
pesar de no tener afiliación partidista, fue elegido a la Asamblea que
realizó la reforma constitucional argentina de 1994, en la que participó
especialmente en los temas sociales y de derechos humanos.
Muy
influido por las ideas del evangelio social. Compartió sin embrago, las
críticas de Ray Hollinworth al evangelio social, por su debilidad
teológica y por su idealismo utópico, así como su simultánea
preocupación por la construcción de una sociedad moral, con una vida
socialmente más justa y más digna. La Teología de Karl Barth fue
significativa en su formación, en tanto éste era un teólogo que había
llamado a la vuelta a la Biblia, pero que al mismo tiempo participaba
activamente en la lucha por la paz y contra el racismo.
Se le
considera uno de los fundadores de la Teología de la Liberación
latinoamericana, comprometido con una ética política centrada en los
pobres y la defensa de los derechos humanos. Ha sido abierto a una
hermenéutica bíblica que supere el individualismo y entre en una
"comunidad de interpretación".
Víctor Rey entrevista a José Míguez Bonino
José Míguez Bonino, pastor metodista,argentino, teólogo reconocido,
profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Teológicos(ISEDET);
miembro de la Constituyente que dio a la luz la nueva Constitución
argentina. Destacado pensador. Décano de los teólogos evangélicos
latinoamericanos.
¿Nos puede contar algo de su vida?
Soy
hijo de dos inmigrantes, padre gallego y madre italiana, trabajadores de
puerto. Se convirtieron aquí. Mi madre se convirtió primero y mi padre
la siguió. De manera, que yo estuve dentro de la Iglesia Evangélica
Metodista de chico y participé activamente a nivel de juventud hasta
cuando sentí, estudiando en la Facultad de Medicina, la vocación al
ministerio. Entonces vine a Buenos Aires a estudiar teología, y luego
ingresé al pastorado de la Iglesia Metodista.
Tuve ya un
pastorado como estudiante en Bolivia por un año y después en Mendoza, en
Buenos Aires. Entonces el Obispo de la Iglesia me invitó a hacer un
curso de post-grado para trabajar en la enseñanza teológica. Lo hice en
Estados Unidos en la Facultad Metodista y luego en el Seminario Unión en
New York. Volví a enseñar aquí desde 1954 hasta 1958, y luego del
trabajo del doctorado del 60, me hice cargo de la Dirección de lo que
era entonces la Facultad Evangélica de Teología, que al unirse con la
Facultad Luterana de Teología formó lo que es ahora el ISEDET.
Mientras tanto, siempre mantuve una vinculación con la iglesia local,
en unos casos como pastor titular y en otros como pastor asociado, lo
que todavía sigo haciendo y, eventualmente, por distintas circunstancias
tuve participación en el Movimiento Ecuménico de Comisión de Fe y
Doctrina del Consejo Mundial de Iglesias, y en un momento entre 1975 y
1983 formé parte de la Presidencia del CMI. Diría que dos o tres cosas
que me marcaron fueron la experiencia que me dio -justamente el
participar en el Movimiento Ecuménico-, por una parte, conocer sobre las
iglesias de Europa, Africa, Asia y su problemática, y la oportunidad de
viajar bastante por América Latina.
La segunda cosa fue
durante el período del gobierno militar en Argentina; mejor dicho, poco
antes del gobierno militar, la formación de la Asamblea Permanente por
los Derecho Humanos con participación de personas de diversas
extracciones políticas, religiosas, ideológicas, culturales. La Asamblea
tuvo la responsabilidad, junto con otras organizaciones, de defender
los Derechos Humanos, así como la protección hasta donde fuera posible, y
el apoyo, de la gente que sufrió persecución durante esos años. Medió
una visión que me parece que para mí fue muy significativa, en relación
con los esfuerzos de solidaridad dentro de la sociedad civil y el valor
que tienen en momentos de crisis.
¿Cuáles han sido los factores, autores y libros que han contribuido en su formación como teólogo?
En primer lugar, por supuesto, fuera de todo el resto, la Biblia. Yo
estoy convencido, desde mi infancia, que finalmente allí uno encuentra
no respuestas hechas, pero sí dirección, conducción y orientación, de
modo que hay la necesidad de volver constantemente a la Biblia. Luego
yo diría que de las cosas que yo he leído me ha ayudado a contemplarla
mejor. Desde el punto de vista del estudio son para mí muy
significativos los comentarios y trabajos que ubican la Historia Bíblica
dentro de su contexto, saber lo que significaba, lo que hizo un Isaías,
Jeremías en su tiempo, la clase de sociedad que Jesús anuncia y el
significado que tiene. Ver el mundo helenístico al cual entra Pablo y
como logra hablar en el idioma de ese mundo, sin traicionar ni cambiar
para nada la centralidad de la Fe.
Todo el campo de estudios
bíblicos que se abre enormemente en Europa y en particular en las
décadas del 50, 60 y 70 me ha ayudado muchísimo y ha sido fuente de
inspiración.
Por otra parte, tal vez el tema teológico que se
nos presentaba a los estudiantes de teología por la década del 40,
cuando yo estudié, era que por un lado teníamos herencia religiosa muy
pietista, muy evangélica, centrada en la Salvación de Jesucristo, en la
búsqueda de la Santidad, la dirección del Espíritu Santo. Muy centrada
en la experiencia de la conversión y el crecimiento en la fe. Además,
habían entrado todas las tendencias liberales que nos interesaban,
porque nos ponían en contacto con la cultura de nuestros pueblos y como
jóvenes evangélicos argentinos sentíamos la necesidad de entrar y
participar de la cultura, en la vida social de nuestros pueblos.
Entonces, en las tendencias liberales, especialmente lo que se llamó
"el evangelio social", encontramos una orientación para esa preocupación
nuestra por la cultura, por la sociedad. Pero al mismo tiempo, notamos
la debilidad teológica de esa orientación, en la búsqueda de ligar
nuestra tradición bíblica teológica evangélica con la preocupación
social, con el ámbito cultural. Para mí y para muchos compañeros míos,
la Teología de Bart fue sumamente significativa. Este era un teólogo que
había llamado a la teología de vuelta a la Escritura, pero que al mismo
tiempo participaba activamente en la lucha contra el racismo.
Entonces creo que esto nos atrapó y aprendimos mucho. Para mí por lo
menos fue significativo leer primeramente algunos artículos de Bart,
luego el libro sobre Romanos, la Teología Sistemática, y junto con él a
otros autores ligados a este despertar teológico europeo de origen
reformado, por ejemplo, que nos ha ayudado. También Ray Hollinworth, que
critica el evangelio social fuertemente por su debilidad teológica y
por su idealismo utópico, pero al mismo tiempo está preocupado en cómo
se puede construir dentro una sociedad moral, una vida más justa y más
digna.
¿Nos podría dar una breve definición de lo es la teología?
Ya que mencioné a Bart, una definición bartiana que para mí sigue
siendo vigente es la reflexión de la Iglesia a la luz de las Escrituras
sobre su misión en el mundo. Todavía es la mejor definición que conozco.
¿Y a qué se debe que América Latina la teología no tenga mucha
presencia y cuál sería el futuro de la teología en América Latina?
La teología en América Latina fue siempre una teología importada. Desde
el principio, la teología española de la conquista fue una teología
importada; la teología protestante, tanto de las iglesias de inmigración
como de las iglesias misioneras, fue importada. Esto a mí no me
escandaliza, porque a cualquier lugar del mundo donde llega el Evangelio
tiene que traerlo alguien. El Evangelio no lo inventa un pueblo, tiene
que recibirlo. Y tiene que recibirlo, de manera que uno puede decir que
toda la teología ha sido de alguna forma importada desde el nacimiento
del cristianismo, desde que de Palestina la llevó Pablo al mundo
helenístico y después muchos a varias partes del mundo.
A mí
no me preocupa, siempre que en algún momento esa teología heredada
empiece a ser reflexionada, interpretada en relación con la vida del
pueblo donde se está arraigando el Evangelio, es decir, que tome en
cuenta las experiencias históricas, sociales y tradición, mas esto en
América Latina no había ocurrido.
Hay algunos textos que
podríamos mencionar, muy esporádicos, donde se intenta. Pero yo diría
que hasta la década del 40 ó 50 no hay un intento serio de pensar sobre
la Fe recibida, heredada, vivida y pensar a la luz de la problemática y
necesidades de nuestros pueblos. Entonces yo creo que recién allí
empiezan a aparecer esos intentos, estimulados a veces por otros autores
de afuera. Pero al mismo tiempo, porque había surgido ya una segunda
generación de evangélicos y, en algunos casos, una tercera que se
sentían verdaderamente parte de su país. Entonces intentaban pensar en
esta teología.
Yo creo que es allí donde nacen, por un lado,
algunas participaciones en lo que se ha llamado Teología de la
Liberación; donde comienza la Fraternidad Teológica Latinoamericana a
tratar de sus experiencias desde sus iglesias, a pensar la teología como
latinoamericanos. Eso se va profundizando, yo creo que desde las
décadas del 50 y del 60 empieza a aparecer una teología latinoamericana
que las iglesias aún no han asumido. Tal vez por el peso de la
tradición. En realidad siempre ha ocurrido así, pero creo que ya hay una
consciencia teológica latinoamericana, que se expresa de muchísimas
maneras: movimientos estudiantiles, grupos de estudio, etc. Y que es muy
necesaria, especialmente en gente joven de todas las iglesias
evangélicas.
Uno pude también advertir en los seminarios e
institutos bíblicos el sentimiento de que se necesita una formación más
profunda, en términos de la interpretación de la Escritura como de la
teología, la ética. De ahí que creo que hay un campo muy grande y que
estos intentos de los últimos años no deben considerarse como la última
palabra, sino que tienen que ser profundizados y enriquecidos.
¿Cuál es la misión de la Iglesia hoy?
La misión de la Iglesia está dada fundamentalmente por la comisión
evangélica. En las distintas versiones que tienen los escritos de los
evangelios, se llama a predicar el Evangelio a todas las naciones, no
solamente a todos los individuos, sino a todas las naciones. Este
evangelio del Reino será predicado hasta el día del retorno en Gloria,
del Señor. En el mensaje de la vida, en el Evangelio de Juan, el Señor
sopla para que ese mensaje de la vida eterna sea anunciado. Creo que el
énfasis en predicar el Evangelio, de ser testigos del Reino de Dios y
de anunciar la vida, me parece que son formas distintas de referirse a
una misma misión, pero que tienen que ser formas complementarias. De
manera que la misión no se la entienda simplemente como una proclamación
oral del Evangelio, tampoco se puede entender uniteralmente como una
forma de vida que de por sí misma sin hablar, muestre lo que signifique
el Reinado de Jesucristo en la vida humana.
De manera que
creo que es necesario tomar en conjunto esta diversidad, esta amplitud
que nos muestra la Biblia para una concepción de la misión de la Iglesia
para que sea lo que hoy llamamos Integral o algunos utilizan la
expresión Holística, si es que se refiere a la totalidad a la vida.
¿Cómo ve al pueblo evangélico en estos momentos en América Latina, cuáles son sus áreas fuertes y débiles?
Evidentemente, si uno piensa de sus áreas fuertes creo que el impulso
misionero, el impulso evangelizador es (en un librito que va a salir por
aquí) el principio básico de las Iglesias Evangélicas en América
Latina. La Iglesia en América Latina tiene la consciencia de que tiene
que anunciar el evangelio y que tiene que llamar a la gente a creer y
seguir a Jesucristo. De amanera que creo que eso es lo fuerte,
principalmente. La experiencia de los últimos años ha mostrado que
responde a una necesidad muy profunda de la población nuestra, en estos
momentos de crisis cultural, social, ética, muy fuerte de condiciones
en las cuales sectores crecientes de nuestra población, son lanzados a
la marginalidad o situaciones muy precarias donde no se encuentra el
sentido de la vida. Parecería que todas las posibilidades están
agotadas creo que la ansiedad y la necesidad que eso crea ha encontrado
en la predicación evangélica una respuesta y por eso se da el
crecimiento, éstas son las cosas débiles. Yo diría que nuestra
fortaleza y nuestra debilidad, es decir que esa concentración enorme en
la acción misionera a veces no ha sido acompañada de un crecimiento.
Tanto en el aspecto yo diría espiritual más profundo, es decir que a
veces hemos cultivado una especie de piedad bastante superficial, la
piedad hecha solamente de cantos fervorosos, de predicación encendida
está muy bien, pero que no tiene suficientes raíces y entonces cuando
sobrevienen situaciones difíciles fácilmente se diluyen o lo que es peor
es llevada a expresiones espectaculares que no me parece que tienen la
profundidad y la seriedad que tiene el evangelio, expresiones puramente
exteriores que son muy contagiosas pero que a veces nos generan un
verdadero compromiso de toda la vida, estamos teniendo ya,
desgraciadamente, las Iglesias Evangélicas una especie de clientela
religiosa que consume la religión pero que no produce la vida, es decir
que son clientes de la religión pero no discípulos en el sentido total
del discipulado. También me parece que es sumamente peligroso el
mostrar el evangelio como un camino para la prosperidad. Esto está
entrando fuertemente en unos sectores evangélicos, tal vez con muy buena
voluntad y tal vez respondiendo a una necesidad real porque la gente
necesita poder vivir, pero haciendo promesas que no son las promesas de
Jesucristo, el no nos prometió que nos iba a ir bien, que todo el mundo
nos iba a querer , que vamos a ser prósperos. Nos dijo que lo
siguiéramos que estuviéramos dispuestos a llevar la cruz, que lo que
dejáramos por el evangelio nos sería devuelto en dos o tres o diez
veces más, pero eso es gracia, el propósito es seguirlo a él, lo demás
viene por añadidura conseguiremos que la gente crea lo que es
fundamental, me parece que ahí un error y es bastante débil.
La
otra debilidad que estoy advirtiendo ahora es justamente el hecho que
por el gran crecimiento el mundo evangélico viene a ser un actor social
en la sociedad latinoamericana, es decir que tiene peso, todavía no muy
visible, pero tiene peso. Entonces la tentación de aprovechar ese peso
para el poder propio me parece que es una tentación muy grande, estamos
advirtiendo ya. Sería muy triste que nosotros que como evangélicos
criticados siempre por el uso del poder, legitimando religiosamente el
uso del poder político con la Iglesia Católica para sus propios fines
termináramos siguiendo el mismo ejemplo, en lugar de pensar en una
cristiandad católica, nosotros intentaramos ahora una cristiandad
protestante, que sería igualmente grave. Yo no digo que no deba pensar
en el tema del poder es un tema importante y gracias a Dios si tenemos
posibilidad de participar pero separamos desde donde participamos cual
es efectivamente una forma evangélica de entender la vida política la
vida social, porque si no corremos el riesgo de transformarnos en
clientes del que más nos ofrezca, de manera que creo que aquí hay otro
campo en el que tenemos debilidades, pero, nuevamente la debilidad es
nuestra fortaleza porque llegamos de pronto a ser significativos en la
sociedad sin tener suficientemente preparado la retaguardia teológica de
formación que nos sirva para participar activamente.
¿Cómo ve
la participación de los evangélicos en la política, y cuéntenos acerca
de sus propias participaciones políticas en la constituyente que formo
la constitución en Argentina?.
Yo veo la participación de
evangélicos en política en principio positivamente, yo creo que el
evangélico es un ciudadano que tiene responsabilidades por su país y que
debe ejercerlas en todos los niveles. En nivel religioso, pero,
también social, cultural, económico, político, de manera que en
principio esto ya esta bien, personalmente yo no creo en la formación de
partidos evangélicos, creo que la experiencia de partidos políticos
confesionales en el mundo entero no es positiva, porque crea una
confusión entre lo que es el evangelio y lo que es la política. Me
parece que las dos cosas son muy importantes pero que deben tener
identidad propia y entonces o se juntan demasiado o se separan. Es
decir o uno vive su evangelio por un lado y su política por el otro sin
racionalizarlas o una las mezcla tanto que no se sabe cuando está,
cuando como político o como cristiano. Me parece que el partido
evangélico yo diría no, participación de evangélicos en la vida
política, si, y creo que la experiencia que hemos tenido en los últimos
años con la participación en varios lugares nos está mostrando a la vez
la posibilidad pero también los peligros, tenemos ya algunas
experiencias que nos advierten bastante. La experiencia en
Centroamérica, me parece que nos llama la atención a los peligros, la
experiencia de Perú también. Por otra parte nos muestra que sí que hay
una posibilidad. Yo personalmente nunca quise participar siendo pastor
ministro, en un partido político, en realidad en mi juventud yo fui
afiliado de un partido político cuando ingresé al ministerio renuncié a
la afiliación porque en ese momento me parecieron incompatibles.
En lo de la Asamblea Constituyente en el 94, me invitaron a participar
como ex partidarios, es decir sin asumir afiliación partidaria y pensé
esto es una cosa muy distinta, se trata no de una cuestión partidaria,
sino de la Constitución de la Nación, que es para todo el pueblo. Por
otra parte yo hice muy claro que no asumía un partido, y que si había
puntos en los cuales la posición del sector con el cual yo participaba,
por el cual era elegido, no la consideraba coherente con mis
convicciones no lo iba a apoyar, además era acotado por un tiempo la
Conversión Constituyente es elegida para que haga las reformas y tardó
cuatro a cinco meses en hacerlo y allí terminó, de manera que en ese
sentido acepté la candidatura pensando que me daba la oportunidad de
participar en la preparación pero que era muy difícil que llegara a ser
elegido. Fui elegido y entonces participe con una preocupación
principal por ciertos temas que me parecían que eran temas que me
interesaban como cristiano, como evangélico. Por un lado los temas que
tenían que ver con la condición de libertad religiosa y de igualdad
religiosa que es el tema más importante, nuestra constitución era
todavía una constitución muy católica, con artículos que venían del
tiempo del patronato, entonces yo creía había modificación que había que
hacer. Algunas se pudieron hacer, otras, particularmente, no. Y por
otra parte me interesaba también todo el tema que tenía que ver con la
distribución del poder, Es decir, la inclusión en la Constitución de
formas directas y semidirectas de democracia que permitieran mayor
participación al pueblo y los temas que tenían que ver con Derechos
Humanos de todo orden, es decir, derechos políticos pero también
derechos sociales y muy particularmente el tema de los derechos de los
pueblos indígenas, de manera que participe. Participé particularmente en
las comisiones internas de la Asamblea que tenían que ver con esos
temas de los nuevos derechos, de las formas de participación política y
del tema religioso. En ese sentido mi experiencia fue muy positiva
aunque las cosas que surgieron de la Asamblea algunas me gustan y otras
no me gustan, esto es lo que pasa cuando uno participa en un proceso
como este.
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