El sábado se hizo para el hombre, y no al revés
Un sábado, mientras Jesús atravesaba unos campos de trigo, los discípulos se pusieron a arrancar espigas. Los fariseos le dijeron: –Mira lo que hacen en sábado: ¡Algo prohibido! Jesús les respondió: – ¿No han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad y estaban hambrientos? Entró
en la casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes
consagrados, que pueden comer sólo los sacerdotes, y los compartió con
sus compañeros. Y añadió: –El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado.
Palabra del Señor.
PARA EL COMENTARIO:
La religión nos puede liberar o bien paralizar. Y, al igual que la
religión, cualquier otra dimensión fundamental humana puede liberarnos o
someternos. El dilema se nos puede presentar no en forma de una gran
discusión doctrinal sino, como ocurre en el evangelio, a partir de un
pequeño detalle de la vida cotidiana. Los discípulos son amonestados por
sus correligionarios por el simple hecho de arrancar unas espigas y
darse un bocadito en sábado. Para nosotros este gesto puede parecer
insignificante, pero, para una persona cuya religiosidad raya con el
fanatismo, esto es un verdadero acto sacrílego. — Pero lo mismo podrían
decir esas personas si miraran las costumbres de nuestra época. No
comprenderían por qué pasamos tantas horas frente a un televisor viendo
un evento deportivo o un culebrón romántico. O por qué consideramos
banal que unas pocas personas consuman agua por toneladas, mientras
otros no tienen agua potable para cocinar. Cada diminuto gesto de
nuestra vida cotidiana puede tener un enorme significado y se puede
convertir en un camino hacia la humanización o, por el contrario, hacia
nuestra propia pequeñez. ¿Nos liberamos en los gestos de nuestra vida
diaria o dejamos a las costumbres decidir por nosotros?
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