Leer el comentario del Evangelio por :
San Ireneo de Lión (hacia 130-hacia 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías IV, Pr 4 ; 39,2
El dedo de Dios
El hombre es una mezcla de alma y carne, una carne formada para ser semejante a Dios y modelada por sus dos Manos, es decir, el Hijo y el Espíritu. Es dirigiéndose a ellos que dijo: «Hagamos al hombre» (Gn 1,26)...Pero ¿cómo podrás un día ser divinizado si todavía no eres hombre? ¿Cómo podrás ser perfecto, siendo así que apenas eres un ser creado? ¿Cómo llegarás a ser inmortal siendo así que no has obedecido a tu Creador en una naturaleza mortal?... Puesto que eres obra de Dios espera pacientemente la Mano de tu Artista que hace todas las cosas a su tiempo oportuno. Preséntale un corazón flexible y dócil y conserva la forma que te ha dado ese Artista, guardando en ti el agua que viene de él y sin la cual, endureciéndote, rechazarás la huella de sus dedos.
Si te dejas formar por él subirás hasta la perfección porqué a través de este arte de Dios el barro que eres quedará escondido; es su Mano la que ha creado tu sustancia... Mas, si endureciéndote, rechazas su arte y te muestras descontento que te haya hecho hombre, por tu ingratitud para con Dios habrás rechazado no solamente su arte sino la misma vida; porque formar es propio de la bondad de Dios y ser formado es propio de la naturaleza del hombre. Pues si tú te entregas a él poniendo en él tu confianza y sumisión, recibirás el beneficio de su arte y serás la obra perfecta de Dios. Si, por el contrario, le resistes y huyes de sus Manos, el culpable de ser inacabado por no haber obedecido, serás tú, y no él.
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