31 agosto 2010

San Ramón Nonato


Patrono de las Mujeres Embarazadas y de las que esperan concebir un hijo


Fiesta: 31 de Agosto

Siglo XIII, un siglo de grande cambios, de grandes luces y también de grandes santos.

En Portel, localidad de Lérida (España), donde en esos tiempos estaba el feudo de los condes de Cardona, tuvo lugar el nacimiento de Ramón.

Sus padres, gente de campo, humilde, pero de una fe profunda, soñaban con la llegada de un hijo. Sueños y anhelos que con el pasar del tiempo no se veían cumplidos. Cerca del pueblo había una ermita dedicada a San Nicolás de Bari, en ella se encontraba una imagen de la Virgen con el Niño. La futura madre de Ramón acudía allí, porque en los tiempos de angustia, de desaliento, quién no se acerca a la Madre buscando consuelo, buscando esperanza.

La Virgen escucha sus ruegos y la vida comienza a germinar. Ramón se comienza a gestar.

Y el rostro de esta mujer cambia, es esperanza, consuelo, alivio, está embarazada, Dios no se olvida. Pero de pronto, una grave enfermedad la golpea, siente que sus fuerzas flaquean, se siente morir y con un último aliento pide a la Madre por el hijo que lleva en su vientre y muere.

El Conde de Cardona, a quien habían elegido padrino, pasaba a visitarla, a ver cómo estaba la madre y su futuro ahijado y horrorizado ve a la mujer tendida en el suelo, sin vida. Se inclina sobre el cuerpo inerte y llora, pero al apoyarse siente que algo se movía, su corazón le da un vuelco y como por inspiración divina, sin dudarlo, extrae su daga y rasga el vientre de la mujer. Dando un grito aparece Ramón, estirando sus brazos en cruz, como preanuncio del sentido de su vida.

Es por esta razón que se le llama Nonato, que quiere decir no nacido, porque su advenimiento a la vida fue de una manera prodigiosa. Según la tradición su nacimiento fue el 2 de febrero de 1200, fiesta de la Candelaria. A los pocos días fue bautizado dándosele el nombre de Ramón, que era el nombre del conde de Cardona, en agradecimiento por su intervención.

Con los años, Ramón comenzó a llevar al pastoreo las ovejas de su padre, en las proximidades de la ermita donde su finada madre había pedido su venida a la vida. Allí, ante la imagen de la Madre con el Niño, Ramón pasaba sus horas en contemplación y oración. María viendo la devoción de Ramón se le aparece y le dice “Tú eres mi hijo, yo soy tu Madre” y el que no tenía madre se encontró con dos madres, la que ya estaba en el cielo y la que desde el cielo lo acompañaba en la tierra.Cuenta la tradición que se quedaba en estos diálogos con María durante horas, a tal punto que no cuidaba las ovejas. Los vecinos le hicieron llegar al padre la noticia de su descuido y es así que salió en su búsqueda y en el campo divisó que su majada estaba al cuidado de un joven que irradiaba luz y sin saber quién era, aunque intuyéndolo, fue a la ermita y encontró a Ramón en éxtasis; cuando sintió la presencia de su padre salió de ese estado de contemplación y le pidió perdón por no estar cumpliendo la tarea encomendada. Su padre lo abrazó tiernamente y le dijo que no se preocupara, que mientras él estaba en el buen diálogo con María, ella había enviado un ángel para que hiciera su trabajo.

Y en esos diálogos que tenía lleno de fervor, de coraje, de entrega, quiere consagrarse totalmente al servicio de Dios y es la misma Virgen quien le dice que ingrese en la Orden de la Merced, cuya fundación había inspirado y era una obra muy querida por ella.

Por ese entonces Ramón tenía 20 años y pide ingresar a la Orden e inicia su noviciado. En esa etapa se hacen más evidentes y vivas las angustias y necesidades de los hermanos que sufren cautividad. Profundiza en ese amor a María, que se compromete con sus hijos que están cautivos. Descubre el sentido de dar la vida por los hermanos si fuese necesario, al modo de Cristo Redentor.

Hace su profesión religiosa y continúa sus estudios. A los 24 años es ordenado sacerdote.

Los mercedarios empeñados en la redención de los cautivos escogían cada año en Capítulo Gral. a los redentores, que eran religiosos elegidos para la delicada, dura y hermosa misión de ir a rescatar a los cautivos. Estos redentores debían ser hombres de una probada fe, fuertes, de inteligencia y capacidad negociadora, conocedores de las lenguas y de las culturas, porque para poder rescatar a los cautivos había que conocer la idiosincrasia de otros pueblos y estar dispuestos a sufrir por la causa del Evangelio.

En Nonato se dan estas características, por eso es elegido para esta hermosa tarea. En 1226 se embarca y llega a Argelia donde gracias a su santidad y habilidad pudo rescatar 140 cautivos.

En el año 1236, nuevamente designado como redentor se dirige a Argelia, allí ante la gran cantidad de cautivos que encuentra y ver que el dinero no le alcanzaba para el rescate de todos, en cumpliendo de su 4º voto, decide quedarse como rehén en lugar de ellos, mientras sus compañeros conseguían el dinero para su rescate. Compartiendo el sufrimiento, la prisión y el mal trato que padecían los cautivos, Nonato comienza a consolarlos, a darles ánimo, a hablarles de ese Dios que nunca nos olvida, de esa Madre que nunca nos deja, que siempre está a nuestro lado, que rompe las cadenas de la esclavitud. Y así su prédica y aliento no sólo llama la atención de los cristianos cautivos, sino también de sus captores, con lo cual comienzan a interesarse por su predicación, llegando a convertir a algunos de ellos. Esto enfurece a los jefes principales y queriéndolo hacer callar deciden aplicarle como escarmiento ejemplarizante un tormento hasta ese momento desconocido: perforan sus labios y le ponen un candado. Pero quien ha escuchado la Palabra sabe que no puede callar lo que ha visto y oído y no hay nada ni nadie que pueda impedir que el mensaje se propague. A pesar de ese tormento continúa predicando, cada dos o tres días le sacaban el candado para darle de comer. (A raíz de este tormento es considerado en México protector contra las habladurías y chismes, para que S. R. nos proteja de quienes hablan mal de nosotros y su maldad no nos llegue).

Ocho meses fue el tiempo que demoraron en juntar el dinero para poder rescatarlo. Es decir que durante ocho meses Ramón sufrió este castigo, un candado en su boca. Ocho meses en los que sintió la presencia maternal de María que le decía: Hijo mío confía, estoy con vos.

Su vida, su ejemplo, su prédica, su entrega total a Dios y a los hermanos no pasó inadvertida y es así que el Papa Gregorio IX lo promueve a la dignidad cardenalicia en el año 1239. Sin embargo, no llegan a asumir este título.

Puesto en camino se dirige hacia el castillo de Cardona, pero el cansancio las huellas del cautiverio, de las torturas físicas habían ido quebrantando su salud y dándose cuenta de que su vida terrena llegaba a su fin, pide el viático (la sagrada comunión). Como no se encontraba allí otro sacerdote, la Madre que siempre estuvo a su lado llama a su Hijo, llama a Jesús, quien le trae la sagrada comunión. El mismo Jesús se le da como alimento (por eso la iconografía representa a San Ramón con una custodia en su mano).

Después de recibir la eucaristía inicia su viaje a la patria eterna, su muerte ocurre el domingo 31 de agosto de 1240.

Apenas se conoció la noticia de su muerte comenzó a acudir la gente de todas las comarcas y poblados para venerar y despedir los restos de este santo. Como no se percibía signo de descomposición, sino que su cuerpo despedía un suave aroma a rosas se lo veló durante 15 días y por las cuestiones humanas y de cariño, comenzaron las disputas del lugar donde seria enterrado. La familia del Conde de Cardona quería llevarlo al castillo; el pueblo y el clero pretendían que fuera enterrado en a Iglesia y los religiosos de la Orden de la Merced lo querían en su convento. Para dirimir esta cuestión se propuso poner sus restos sobre una mula ciega, considerando que donde se detuviera sería el lugar que el santo había elegido para quedarse. Y es así que al pasar por los llanos de Bergús cerca de Cardona, la mula se detuvo y dio una vuelta, creyeron que era el lugar (aquí se erigió un oratorio), pero siguió y llegando al paraje de Torá se detuvo, dio otra vuelta y prosiguió. En este sitio se levantó una hermosa cruz con un baldaquino y todo el pueblo seguía a la bestia orando y cantando. Finalmente llega a la ermita de San Nicolás, lugar tan querido por él, podríamos decir que vuelve al inicio, vuelve al lugar donde soñaron y anhelaron su nacimiento. La mula dando tres vueltas en honor a la santísima Trinidad cayó muerta con su preciada carga. Allí se construyó el santuario de San Ramón, que aún hoy existe. La gente sigue la tradición de dar tres vueltas alrededor, al llegar al lugar.

Su cuerpo permaneció incorrupto hasta la guerra civil española, cuando fue destruido, conservándose hoy sólo una reliquia.

San Ramón Nonato, es un santo de una actualidad incuestionable en nuestro tiempo, ya que nos invita a defender la vida en todas sus etapas.

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